jueves, 27 de agosto de 2009

Fuerza en la adversidad

Foto: Símbolo celta de la amistad eterna.

Llegamos al final del verano. La Providencia se ceba en la estación estival para hacernos llegar prematuramente, sin aviso y a todo dolor un otoño de hojas caídas, de depresiones, de recogimiento... lo que es peor, de muerte.
En apenas días, la miseria de la enfermedad se empeña en escoger a un elenco de buenos melojos, de los de verdad, para tocarlos con la varita de la desdicha y hacerles la vida imposible a ellos, difícil a familiares y amigos. Los elegidos inician un periplo de subidas y bajadas emocionales extremas que deben ir acompañadas de una constante y denodada lucha por mantener la dignidad del guerrero que reniega de rendición.
A todos me ofrezco para secaros el sudor en el esfuerzo y daros agua que os calme la garganta, no la sed de vida. Me ofrezco para recibir los insultos en momentos de rebeldía e impotencia. Me ofrezco para sentarme en el banquillo de suplentes y sustituiros en todo cuanto esté en mis manos. Todos juntos para gritar “...que es posible”.

Nacer es morir. Morir es aceptar las normas del juego, pero mientras dure jamás debemos pensar en perder, sino en exprimir el jugo de la diversión hasta el último esfuerzo, siempre respetando las adversidades de la partida.

Permítanme que dedique este último espacio a mi amigo Pepe, que hoy ha cruzado la frontera terrenal hacia lo desconocido, pero que en su caso, siempre será celestial y divino.
Quiero agradecerte los muchos y buenos momentos que hemos pasado en el gimnasio compartiendo amor a la lectura, me temo que ahora muchos casos de Agatha Christie se quedarán sin resolver. También me temo que la lectura ha perdido hoy a uno de sus mayores valuarte.
Amigo Pepe, cuando me siente cada noche delante del ordenador para seguir jugando con la ficción que tanto nos hace soñar, siempre tendré presentes los consejos que me diste desde el otro lado del teclado.
Amigo, nos vemos...

lunes, 10 de agosto de 2009

Si es necesario, volver a empezar.



A veces hay que acabar para volver a empezar. Desatar el nudo para volver a anudarlo con más fuerza. Llegado el caso, huir, se convierte en acto de valentía que nos da la victoria.
Me temo que algunas veces lo mucho convivido en las cercanías de la amistad y otras relaciones similares, generan prejuicios que generan de cada movimiento interpretaciones de las que algunas serán ciertas y otras falsas.
A menudo nuestra irresponsabilidad nos provoca errores de interpretación haciéndonos que, aunque sólo accedemos a una pequeña parte de la historia, creamos conocerla entera, entendiéndonos capacitados para construir la realidad de lo que quizá nunca fue.
Pero ya todo da igual. No hay marcha atrás ni enmiendas. Se han acabado las soluciones. A partir de ahora, malos gestos, poco diálogo, empobrecimiento de relaciones, mal vivir. Y con el tiempo, imposible rectificar o dar marcha atrás.
Ahora sólo queda volver a empezar.

Algún día llegará ese atardecer de despedida sin adioses. Iniciar un nuevo viaje con la maleta cargada de recuerdos hacia un futuro escardado de errores pasados. Sin retorno. Con nostalgias. Sin rencores.
A Róisín, y a los que, como ella, se deben una nueva oportunidad.
(De la novela "La Maldición del Cuervo").