martes, 19 de mayo de 2009

¿Para qué sirve un poema?


¿Para qué sirve un poema?. ¿Qué ganas leyendo un libro?. ¿Para qué sirve ver un cuadro bonito si nunca podrá superar la nitidez de la realidad?.
Ciertamente es difícil establecer diálogo entre edades tan dispares como son los dieciocho y cuarenta años. Un joven, de los no mal educados, me hacía preguntas que lejos de buscar respuesta solo parecían querer confirmar una opinión consagrada del que las hacía. No queriendo recurrir a una explicación que a él le resultara cursi y ridícula opté por contestarle con sus propias preguntas: ¿Para qué te sirte escuchar música a ese volumen brutal?. ¿Qué ganas vociferando en el graderío de un estadio de fútbol?. ¿Para qué sirve los rebuscados diseños de tu coche?.
Creo que gracias a esas seis preguntas los dos logramos comprender que el arte camina camaleónico a los tiempos. Sólo se trata de saber interpretarlo y entenderlo para disfrutar de él.
Mario Benedetti renacerá en un graffitero, en un compositor o incluso en un futbolista. El arte nunca morirá, sólo se adaptará al reconocimiento del que lo sepa valorar.

viernes, 8 de mayo de 2009

El retrato de Dorian Gray


Ayer, después de bastante tiempo, conseguimos reunirnos tres amigos de esos a los que, pese a verlos muy poco, puedes confiar ciegamente en ellos.
Muy grata fue la sorpresa comprobar que uno de ellos, que ronda el medio siglo de existencia, sigue siendo un alma joven cuyo aspecto físico parece resistirse al inexorable proceso de envejecimiento.
El otro, hasta hace muy poco también un joven vital de 55 años, sí parecía haber empezado a pagar el pacto que seguramente un día firmó con el diablo, y su aspecto físico a primera vista daba la sensación de haberse acelerado estrepitosamente hacia una ancianidad prematura.
Después de intercambiar saludos y algunas que otras obligadas bromas, cada uno continuamos con nuestra marcha cotidiana. Ahora, sólo nos queda esperar a que el destino nos vuelva a unir para alegrarnos el alma al recordar viejas historias y preguntarnos por la salud y la familia.

Después de reflexionar concienzudamente sobre el encuentro de esta tarde llego a la conclusión de que el paso del tiempo, en cierta medida, puede llegar a ser exorable, siendo posible la desaceleración del envejecimiento de nuestras células. Estoy seguro de que nosotros tomamos parte del proceso de envejecimiento al que todo ser humano se ve abocado irremediablemente. Sólo es cuestión de proyectar fuera de nosotros mismos todo aquello que no nos haga bien.

Como deja ver Óscar Wide en su libro, El Retrato de Dorian Gray, dejemos que envejezca nuestro reflejo por nosotros.