sábado, 25 de diciembre de 2010

24 de diciembre. ¿Nochebuena..?


El badajo volvía a golpear la campana del reloj del Ayuntamiento ocho veces consecutivas. Esta segunda vez incluso pareciera que lo hiciera con más fuerza, como si quisiera insistir en su mensaje horario. Ya, casi con la calle desierta, salía Solitario de la tasca. Como de costumbre, o como de necesidad, el alcohol que corría por sus venas lo hacía tambalearse. No era un andar torpe y zigzagueante, todo lo contrario. Los vaivenes, aunque escandalosos, eran hábilmente controlados por Solitario. Tal era la frecuencia con la que exhibía su adicción al alcohol que lo inusual era verle sobrio. Seguramente se dirigía al amparo de su casa vacía de familia, vacía de ilusiones futuras, a rebosar de un presente de soledad. Lo miré fijamente mientras Solitario, absorto a la festividad que se celebraba, se rebuscaba en los bolsillos la llave de la puerta. La introdujo en la cerradura sin muchos intentos y entró a su particular hogar. Después…
Mientras yo seguía camino de mi casa, antiguo lugar de residencia, un cierto pesar me corroía la conciencia. Sabía que esta noche Solitario no comería caliente, ni las golosinas rebozarían en su mesa, ni nadie lo abrazaría… Para Solitario esta Nochebuena era una más de las que se sucedían todos y cada uno de los días del año. Seguramente, lo único que habría sido esta noche diferente para él sería la hora de regreso por haber sido invitado a salir del bar con antelación a lo habitual. Y, mañana, cuando se levante, no festejará la Navidad, porque él volverá a amanecer en el día de Nochebuena. Y así al día siguiente, y al siguiente, y …

Esta noche he comprendido que no todos nos guiamos por el mismo calendario. Que no todos pasarán una noche al calor de la lumbre empachados de turrones y amor. Que lo que algunos llaman Espíritu de la Navidad se sucede a lo largo de todo el año. Que Solitario, mucho me temo, no está sólo.

Amigos, buenas noches. ¡Ah!, por favor, dejemos la hipocresía de estas fiestas y abramos los ojos a la verdadera felicidad: “Solidaridad con los Solitarios, con los Hambrientos, con los Sintecho…”

viernes, 17 de diciembre de 2010

Cuentos de Navidad...


... el día había sido agotador. Bajo los helados cielos grises, que no cesaron de descargar torrenciales lloviznas emocionales, cualquiera se agotaría. Hube de ingerir algo de alimento antes de desparramarme sobre el sillón cuan guerrero que reposa tras la batalla finalizada. Y, sin darme cuenta, fui desconectando las emociones, los sentidos y hasta el trepidante latir de mi corazón estresado. Al final me rendí al sueño y me quedé dormido. Poco después me desperté, pero en la realidad de una ensoñación. Sin embargo, aún estando sumido en una ilusión, era plenamente consciente de que estaba soñando. Me hallaba sentado en mi viejo sillón. Tranquilo, muy tranquilo. Sólo, completamente sólo. Aún sin poderme ver, me sentía viejo, desgastado, cerca del fin. Presentía que tras la noche llegaría la alborada que ya nunca finalizaría. Después, no más ciclos, no más procesos, no más finales… Y entonces rebobiné mi memoria para volver a sentir aquellos años jóvenes saltando y jugando feliz, henchido del amor de mi progenie. Paladeé el sabor dulce de los triunfos de mi adolescencia, reverdeció en mí el ardor de los incipientes escarceos amorosos de juventud. Imágenes y momentos de familiares y amigos afloraban desde los recovecos de un corazón desangelado por la frialdad del crudo invierno de los muchos años vividos… y aquellas visiones se fueron diluyendo hasta que abrí los ojos para precipitarme sobre una realidad oscura y silenciosa. Ahora estaba totalmente despierto pero manteniendo el mismo estado de unos momentos antes. Miré el reloj y tres horas había durado aquel viaje de irrealidad tangible, de sueños presentes, de concierto en el aturdimiento. Me senté y recapacité sobre lo sucedido. Y me di cuenta que un espíritu me había venido a visitar para recordarme que debía vivir con la conciencia del verdadero aprovechamiento de la mortalidad. Que las otras opciones tan sólo hacen impregnarnos de ese hollín que nos ciega el camino hacia lo correcto. Ahora, que amanece para crepuscular, doy gracias a ese espíritu extravertido que todos llevamos dentro.
Felices Fiestas.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Operación Galgo. ¡¿Culpables...?!


En estos últimos años la justicia se ha unido a los controles antidopajes, por fin, para descubrir la estafa en el deporte. En la prensa más rigurosa, sobre todo en la sensacionalista, se pueden leer titulares que tachan de fulleros, tramposos…, entre otros calificativos, a los pillados en la trampa. Después, estos ídolos del pueblo son derribados y condenados a la humillación pública y al ostracismo perpetuo. Y en este instante es dónde me hago varias preguntas: ¿son ellos los verdaderos culpables de tales delitos?. ¿Pudiera ser que estos delincuentes se hayan convertido en las verdaderas víctimas y sufridores del último eslabón de una degradada y decadente cadena del sistema?
Competimos en el colegio para obtener las mejores notas que nos den acceso a la carrera que deseamos…competimos en la carretera para llegar antes… y competimos y competimos. El propio sistema nos obliga a competir continuamente en cada oposición a la que debemos concurrir para obtener un puesto de trabajo. Después de todo sólo los primeros reciben el premio. Los últimos no tendrán nada, ni premios ni aplausos ni honores.
Si nos centramos en el mundo del deporte, en la mayoría de los casos, sólo la victoria consagra a un monitor o entrenador en su puesto de trabajo. Sólo la victoria parece justificar el gasto que los padres dedican a la práctica deportiva de sus hijos. E incluso las instituciones destinan suculentos presupuestos a los planes dedicados al deporte de élite, pero a penas los hay, y los que hay son ridículos, a proyectos cuyos objetivos se fijan en utilizar el deporte como medio educador en zonas marginales o desfavorecidas.
Dicho lo cual, vuelvo a hacerme otras nuevas preguntas: ¿la necesidad de comer justifica el robo de alimento del hambriento? ¿No tenemos todos el derecho y la obligación de buscar lo mejor para nosotros mismos? De una manera u otra todos queremos triunfar en la vida, y para ello sólo nos sirve la victoria.

Supongo que en estos días estamos sufriendo decepciones que nos harán más incrédulos en próximos triunfos. Pero debemos sobreponernos a ello porque la lucha contra el doping es necesaria. Sólo así la actividad física y deportiva seguirá creciendo sin desviarse de los verdaderos valores que la deben abanderar. El camino es largo y sólo acaba de dar sus primeros pasos.

jueves, 9 de diciembre de 2010

El furor de la naturaleza


Durante todo el miércoles estuvo lloviendo sobre mojado. Fuertes ráfagas de viento ayudaban imprudentemente al agua de lluvia a fisgonear por los lugares más íntimos de los hogares. A la caída de la tarde, la falta de luz solar y artificial favorecía todo un espectáculo de luz y sonido de una tormenta de las de a tener en cuenta. En el pensamiento, la preocupación por nuestros vecinos palmeños, ecijanos y loreños que veían subir el nivel de las aguas que ya cubrían parte de sus calles y casas. En el sentimiento, la tranquilidad de una más que improbable posibilidad de sufrir inundaciones en un pueblo colgado de los cerros. De repente la lluvia se hizo torrencial y más de treinta litros de agua cayeron sobre Hornachuelos, como tirados desde inmensos cubos de agua, durante no más de seis minutos. Las mismas calles empinadas que drenaban rápidamente el agua caída, se convirtieron en peligrosos torrentes que a su paso arrasaron parte del mobiliario urbano y algunos edificios que no pudieron contener tal volumen de agua. Y mientras los vecinos se afanaban en recuperar la tranquilidad, el embalse del Bembézar vomitaba caudal suficiente como para provocar el desbordamiento del Bembézar y Guadalora, e inundar toda la zona de sus desembocaduras sobre un Guadalquivir henchido de nostálgica grandeza.
La naturaleza nos ha vuelto a recordar que, el ser humano, con toda su inteligencia y capacidad para controlar cuanto nos rodea, sigue siendo un pelele cuando se enfrenta al furor de la naturaleza.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Aún podemos desandar el camino


Esta noche la insistente niebla vuelve a ocultar la belleza del paisaje. Durante el día la creciente crisis de valores, económica o de sistema se hace insoportable para la fragilidad humana que ha alcanzado el estado de bienestar y se niega a mirar hacia atrás. Todos andamos preocupados por un futuro inestable que amenaza con hacernos perder el trabajo. Por consecuencia, nos veremos obligados a suprimir las ansiadas vacaciones y endurecer las salidas ociosas a bares, cines o restaurantes. Quizás, hasta abocarnos a la austeridad en los continuos excesos que tan perjudiciales son para nuestra salud física y psíquica. Pero no debemos tener miedo al receso del bienestar, porque su necesaria dosificación nos hará recuperar la dosis apropiada de medicina que nos libere de la bulimia consumista que tanto daño nos hace.

martes, 30 de noviembre de 2010

Fuerzas ocultas


Nadie tiene un salvoconducto que le garantice protección absoluta. Todos nos vemos influenciados por las corrientes de energías que navegan invisibles por los distintos lugares por los que nos movemos. Por ello, se hace imprescindible saber canalizar hacia nosotros sólo aquellas que nos puedan aportar bien, y esquivar las que con su negatividad sólo nos sumen en el mal. Y, en esa locura, que pensarán aquellos que profesan la doctrina del escepticismo de lo no material, me hallo. De momento, la conclusión a la que he llegado es que cada vez que se desprende mala energía, en igual cantidad se desprende buena. Sin embargo, mucho me temo que no es fácil empresa trabajar en la mina a la búsqueda del filón del positivismo.
Mi torpeza para aventar el trigo y desligarle la paja, me ha hecho recurrir a técnicas más sencillas como buscar grandes generadores de energías positivas y absorber de ellos toda cuanto pueda, hasta colmar las necesidades. Da igual el momento y lugar en el que te encuentres, porque siempre habrá un paisaje, una persona o algo que te pueda cargar de energía positiva.

…hice un alto en el camino para descansar. Me apoyé en la barandilla y me dejé impregnar por la fuerte energía que se desprendía de aquel lugar. Las frías y embarradas aguas del Támesis parecían querer ocultar las siniestras fechorías del siniestro Londres de Jack, que reposaban en el fondo de su lecho. La corriente, retenida por el empuje de la pleamar del Mar del Norte, parecía reverenciar al colosal Parlamento a su paso bajo el puente de Westminster. Las campanadas del Big Ben le marcaban el ritmo pausado y majestuoso…
Aún cunado miro la fotografía recibo esa buena influencia que me ayuda a contrarrestar las bazofias del día a día.

Esta reflexión es la única contestación que puedo ofrecer a tu correo, amigo M. No sé si con ella te he podido ayudar, o, por el contrario, confundirte más. Sólo puedo garantizarte que seguiré aquí esperando para compartir contigo los malos momentos por los que, injustamente, estás pasando. Un abrazo.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Noche de niebla


Noche de niebla. Espesa, húmeda, fría se arrastra por tejados y calles. Los espacios abiertos se vuelven íntimos. Los íntimos en lugares ocultos. Lo cercano, tenue. Lo lejano invisible. Sumido en ella, parece, pero no es. Digamos que la realidad se vuelve insegura.
La niebla ha protegido a los autores de sanguinolentos asesinatos; ha provocado accidentes catastróficos…Es por lo que en noches de niebla salgo a pasear. Me gusta observar la maldad disuelta entre sus brumas; casi ver, sin casi ser visto; disfrutar de la intensidad urbana amortiguada por las blanquecinas nubes a ras de suelo; hacerme mudo cómplice del misterioso velo vaporoso que sube del valle en su lento avance hacia la sierra.
-…he oído un grito…- volvemos a sumirnos en el tangente silencio…

jueves, 4 de noviembre de 2010

El Cuervo comienza a revolotear

La Maldición del Cuervo

Pronto se estrenará la promoción audiovisual de la novela gótica "La Maldición del Cuervo" .

Más información en : http://www.originalsound.es (apartado de eventos)

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Seguimos con... día de Samhain


Somos una familia de costumbres arraigadas. Tanto que cuando tuvimos que emigrar a España por motivos laborales, sufrimos una adaptación dura y penosa. La única manera de traernos un trocito de Irlanda con nosotros fue seguir celebrando nuestras tradiciones. Mantener la cultura irlandesa, al menos de puertas para adentro, se había convertido para nosotros en una obsesión.
Al despertar, en un acto reflejo busqué cualquier rendija de la vieja persiana para adivinar un minúsculo rayo de sol que me hiciera presagiar un bello día de otoño. Di un salto de la cama y me vestí rápidamente para no llegar tarde al desayuno.
-Feliz día de Samhain- dije sin entusiasmo dirigiéndome a toda la familia sentada en torno a la mesa. Esta festividad consistía en celebrar varios festejos a lo largo de toda la semana para conmemorar finalmente el Día de Todos los Santos. Fecha que marcaba en el calendario celta el inicio del nuevo año. En este último día evocábamos a nuestros difuntos que acudían a nuestros hogares para establecer contacto con sus familiares. Se creía que venían del más allá para ponernos sobre aviso de los males que nos estuvieran por llegar.
Hasta la media tarde la familia permanecía junta y acompañada por nuestros Seres queridos, con los que tenían la sensación de comunicarse todos, menos yo. Mi falta de apego a las tradiciones me había forjado un carácter de total incredulidad, por lo que me veía obligado a fingir para no romper el ceremonial de unión de la familia.
Sonó el timbre de la puerta, sobresaltándonos a todos y rompiendo el silencio con el que ofrecíamos el más solemne respeto a la venida de nuestros antepasados.
Un segundo timbre, más prolongado que el primero, me hizo reaccionar y levantarme para atender la llamada.
Eran mis amigos que, como en los dos años anteriores, venían a recogerme para dar un paseo hasta el cementerio. Creyéndome cumplido sobradamente con la tradición, salí por la puerta sin ni siquiera despedirme.
La tarde comenzaba a caer. Los últimos rayos de sol alargaban infinitamente las escuálidas sombras de los cipreses. Los primeros vientos otoñales traspasaban demasiado fácilmente las frágiles vestimentas que nos resistíamos a guardar en el armario en un intento vano de prolongar un verano ya extinguido.
Al entrar en el cementerio, de repente dejé de oír y ver a los amigos. Supongo que sufrí uno de mis muchos despistes y no me di cuenta de que cada cual se había ido a visitar las tumbas en las que reposaban sus familiares difuntos. Imagino que para permanecer junto a ellos durante un rato, al igual que yo había hecho en mi casa. Dispuse de una quincena de minutos para dar un paseo por las calles bellamente adornadas. Llamaron mi atención algunos hipogeos o sepulturas en tierras con una decoración escultural encima de gran valor artístico. Quien hubiera diseñado aquel cementerio estoy seguro que quiso contrarrestar el desánimo que infunde el descanso eterno con la fuerza y vitalidad que exhala la belleza del arte.
Y mientras paseaba absorto por tanta opulencia fúnebre, llegaba a la zona de los panteones. En su mayoría construidos a modo de pequeñas capillas para acoger los restos de hasta cinco difuntos. Inexplicablemente, al pasar junto a uno de ellos sentí que una fuerza incontrolable me atraía hacia la cancela que cerraba el recinto. Agarré con mis manos los fríos barrotes y ajusté mi cara entre ellos para tener una visión más directa de su interior. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y unas enormes ganas de acceder a aquel espacio frío y tenebroso me invadió por dentro. No lográndolo, mi curiosidad tiró de mí para seguir recorriendo otros panteones que alimentaran mi morbosa curiosidad.
Al llegar al penúltimo, me sobresalté al comprobar el estado de limpieza que difería positivamente con el resto de panteones. Incluso me atrevería a decir que, más que limpio, lo habían reconstruido no hacía mucho tiempo. Extrañamente una de las hojas de la cancela estaba ligeramente abierta. Comprobé que mis amigos aún no habían terminado las visitas a sus familiares, por lo que disponía de algunos minutos más para calmar mi sed de curiosidad. Terminé de abrir la puerta y accedía al interior de aquel panteón. Respiré profundamente y el olor a tierra húmeda se me prendió hasta los tuétanos. Me acerqué a uno de aquellos nichos, abierto por el lateral, que habían acicalado a la espera del féretro que algún día debería albergar y posé mi mano sobre el blanco terrazo calizo para sentir la frialdad de la muerte. Desorientado por tantas nuevas sensaciones me dejé llevar una vez más por la curiosidad sin ser consciente del atrevimiento al que me disponía. Subí una pierna y después la otra hasta sentarme encogido en aquella oquedad. La incomodidad de la posición encorvada aceleró que yo adoptara la postura más apropiada a aquel ajustado espacio rectangular. Y me tumbé emparedado por todos los lados, a excepción de mi parte derecha. No puedo negar que un cierto nerviosismo se apoderó de mí. Mis piernas temblaban y mi respiración era entrecortada. Aún así, podía sentir la atmósfera de paz que reinaba en aquella capilla mortuoria. Por un momento tuve la sensación de ser un funámbulo manteniéndome en equilibrio sobre la línea que separaba la vida de la muerte.
De repente el silencio sepulcral se vio interrumpido por las voces de mis amigos. A juzgar por la claridad con la que me llegaban a mí, debían estar a punto de pasar por la cancela del panteón. Aquella oportunidad que se me había presentado no podía desaprovecharla y me dispuse a darles un gran susto. Por un momento estuve apunto de abandonar la idea al oír que sus palabras eran débiles y llorosas. Parecían cansados y hundidos en la desesperación, seguramente, por los recuerdos que habían venido a sus pensamientos durante las visitas a los enterramientos de sus familiares. Esto me hizo titubear en la decisión de seguir con la broma o abortarla. Era inminente el paso de mis amigos. Posiblemente sería mejor esperar a que rebasaran la entrada del pabellón y después yo haría algún ruido para que ellos supieran que había alguien allí dentro.
-¡Hola chicos!- Pero ninguno logró enterarse de mi saludo. –Jaime, Patricia, Juan que estoy aquí. Dentro-. Por fin giraron la cabeza y me miraron de arriba abajo. Sin embargo, la broma no parecía haberles hecho mucha gracia, pues en ningún momento cambiaron el semblante serio y apenado que les confería aquellos ojos lagrimados. Enseguida comprendí que no les debía haber hecho la más mínima gracia mi broma. Ahora tocaba dejar aparte mi profanadora curiosidad y presentar mis disculpas.
Me temo que he debido de pasar demasiado tiempo sobre el frío nicho y se me han adormecido las extremidades. Las piernas no las siento y los brazos, que me los había cruzado sobre el pecho para evitar el frío, tampoco los puedo mover. Mi cuerpo se ha quedado frío y pesa demasiado. Me temo que me estoy empezando a excitar en exceso y empieza a faltarme el aire porque algo me obstruye los orificios nasales. –Pero ¿¡qué me está pasando!?Oídme chicos, echarme una mano para levantarme. No seáis rencorosos conmigo, sólo ha sido una broma. Por favor, ayudadme. No me encuentro bien. No sigáis andando. ¿Por qué me tiráis las flores en lo alto? Oiga señor, no cierre la puerta que estoy aquí dentro. Por Dios, sacadme de aquí, que me asfixio. No os vayáis, no me dejéis sólo…

Al joven Roberto se le hizo la noche eterna. De nada le valieron sus gritos ni los sollozos desesperados. Comprendió que ahora que habían cerrado el cementerio olvidándose de él allí dentro, lo único que podía hacer es esperar a que llegara alguien que lo sacara en cualquier momento. Y fue transcurriendo la noche y Roberto calmándose y aceptando la situación. Unas horas después su cuerpo se había acostumbrado al frío y no le molestaba tanto la cercanía de las paredes de aquel nicho. Por alguna razón su cuerpo se había comenzado a deformar y algunos insectos le empezaban a molestar, pero por todo lo demás bien.

En la casa de los padres de Roberto, la noche del desafortunado Día de Todos los Santos, prometía ser larga y vacía de aquellos ruidos con los que Roberto los despertaba cuando llegaba tarde a casa. La espera hasta el próximo Día de Todos los Santos sería excesivamente dura y larga. Pero allí estarían ellos para volver a abrazar a su hijo, aunque sólo fuera en el pensamiento.
Entre tranquilizantes y palabras de consuelo se reprochaban no haber estado más atentos para que Roberto no cogiera ese día la motocicleta. De nada les había servido prohibírsela coger tras haberles transmitidos esa misma mañana sus Difuntos que algo terrible le podía estar por venir al pequeño.
En la televisión local el noticiario hacía eco del infortunio que había visitado a la familia: “Duelo en la familia McManaman ante la muerte del joven Roberto. El párroco de la localidad ofició un breve responso en el domicilio de la familia en la más estricta intimidad. Después sus compañeros y amigos portaron el féretro a hombros hasta el cementerio de la localidad donde recibió sepultura. Descanse en paz”.

lunes, 25 de octubre de 2010

Última reflexión


Como tantas noches termino el día sentado con el mundo a mis pies y el pensamiento anudado al discurrir de un fin de semana intenso, desconcertante y agotador. Cierro los ojos y me relajo con el armónico sonido del romper de las olas del antiguo mar de Tetis. Me dejo acariciar por los aires fríos de la sierra para sentir el otoño que sigiloso nos lleva al solsticio que aleja el sol hasta el trópico de capricornio. Pero, en mi cabeza, no logro apaciguar la intensa actividad que aún reverbera desde el fin de semana: palabras deshonestas que traslucen la mala fe de terceros; la amistad engordada a base de engaños egoístas; individuos que cegados por el brillo de la avaricia olvidan la generosidad y humildad del compromiso.
Pero por encima de todo prevalece el recuerdo de una de mis escasas y breves visitas al paraíso; al remanso de paz; a la isla de generosidad en mitad de la aridez del desierto. El viernes visité a Mis Amigos, a esos que todo lo dan a cambio de nada. Y allí pude ver ojos brillantes que reflejaban la inocencia, la buena voluntad. En unos minutos y sin palabras me hicieron comprender que es posible la guerra sin víctimas y sin perdedores. Que todos somos iguales en nuestras diferencias, y que la felicidad no está en la abundancia, sino en la comprensión. Queridos Amigos, aunque seguramente nunca os llegarán estas palabras, quiero reflejar en ellas mi agradecimiento por todo lo que me enseñáis en cada pequeña visita; por exhibir la dignidad del Hombre que tan poco se suele ver en estos tiempos; por insuflar fuerza a ese REMOLINOS que provocará el huracán que iniciará la revolución hacia los verdaderos valores del Ser Humano.

LLegado el momento del -hasta pronto-, no de la despedida, os diré que después de dos años de compartir con ustedes mis momentos más íntimos de la reflexión a media noche ha llegado la hora de poner el punto y final. Mentiría si no os dijera que cierta tristeza invade mi interior; que no echaré de menos aporrear el teclado y colgar la reflexión a la espera de abrir cada noche el blog para leer vuestras opiniones, en otros casos recibirlas por correo electrónico; que recibir visitas del otro lado del atlántico me ha hecho sentir muy escuchado. Pero por otro lado, me satisface saber que este final legitima su inicio.
Queridos amigos de la reflexión noctámbula, gracias por estar ahí. Os envío un fuerte abrazo y os lanzo un guiño por si algún día nos volvemos a ver en la red. Y, sobre todo, recordad que a media noche siempre estaré reflexionando con el mundo a mis pies. Y si alguna mala noche de insomnio no os deja dormir, aquí os estaré esperando.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Efecto iceberg


Creer sólo en lo que podemos ver y tocar no elimina la posibilidad de errar en nuestra interpretación. El rictus serio de una persona no tiene porqué condenarla a no sonreír jamás. El árbol pequeño puede agarrarse fuertemente a la tierra con sus grandes raíces. Quizá la piel más negra tenga el corazón más blanco y el mayor de los beatos sea un mal nacido. Y es que la vida es un continuo ir y venir en el que nos vemos obligados a valorar desde la superficialidad y el desconocimiento. Cada vez hay menos relación con el vecino, menos compartir con el prójimo, menos convivir con el resto del mundo. La tendencia a tasar negativamente las interpretaciones no hacen sino exagerar al grado superlativo lo malo que pueda haber en las personas o las cosas. Al final acabamos por desterrar lo positivo que, estoy seguro, es lo que más abunda.
Sería conveniente que empezáramos a pensar que el iceberg que vemos delante nuestra oculta mucho más de lo que nos muestra. Y que en esa parte que subyace a nuestra vista se puede hallar los valores que nos enriquezcan en los intercambios simbióticos de individuos cualesquiera que sea nuestra denominación orgánica.
El problema puede surgir cuando, tras las pupilas, los cristalinos se ensucian, porque entonces la visión también se vuelve oscura. Debe ser muy penoso mirarte al espejo y verte siempre sucio por fuera y sentirse podrido por dentro.

lunes, 4 de octubre de 2010

Verdugos y víctimas


Esta noche no voy a escribir sobre la discriminación de sexos. Tampoco voy a escribir sobre la tiranía que algunos gobiernos ejercen sobre sus naciones. Mucho menos de creencias religiosas, laicas o agnósticas.
Sentado en la confortabilidad de un sistema democrático, suficientemente garantizado, intento divisar el horizonte que se difumina entre las calinas que se desprenden de la miseria humana…Y me pregunto hasta qué punto nosotros somos responsables de las vejaciones que los seres humanos cometemos con nosotros mismos.
Cuando en alguna parte del mundo se prepara un ajusticiamiento aplicando la pena capital, todos nos convertimos en verdugos y víctimas. O, lo que es peor, mientras los que llamamos el tercer mundo permanecen inmovilizados por las cadenas del hambre y la miseria, los demás permanecemos ciegamente pasivos con los ojos vendados por la opulencia y el confort. Los remordimientos los purificamos con unos golpes en el pecho delante del televisor a la hora del noticiario.
Me temo que cuando una soga vuelva a estrechar un cuello, a lo que realmente estará estrangulando será al sistema. La caída hacia el desnucamiento del falso reo luxará los huesos de una columna vertebral cada vez más débil para sostener la supervivencia humana. Finalmente el cuerpo se retorcerá entre espasmos que precederán a los últimos estertores. El último y despreciable hálito de vida proporcionará un sentimiento desesperado al moribundo Después, muerte; su muerte; nuestra muerte. Principio del final.

No a la condena a muerte de Sakineh Mohammadi. Sí a un juicio con garantías de verdadera justicia.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Acantilados


Queridos amigos de la reflexión nocturna, disculpen mi silencio. Fui a dar un paseo.
Y salí a dar el paseo para oxigenar la sangre que andaba un poco viciada por la polución de lo ordinario. Comencé a andar y andar. Y no paré hasta que mis pies no pudieron dar un solo paso más por falta de firme. Estaba al borde de un gran acantilado mirando de frente el Mar Cantábrico, o La Mar para tantos astures que cada día se adentran en sus peligrosas entrañas para sacar de ellas el sustento diario. Me subí a una piedra para prolongar la línea vertical que conformaban sus rocas e intentar formar parte de él. Miré hacia abajo y pude sentir la fuerza de las olas que rompían contras las primeras peñas, y que, en una instantánea metamorfosis, transformaban la contundencia del agua en una fina cortina de minúsculas gotas que se disipaban en el aire. Y pude sentir en mí, ahora que también era parte del acantilado, el poder de contención de aquella inmensa masa de agua. Las ráfagas de aire marino aventaban mi ropa que flameaba como las banderas de los alpinistas que hacen cumbre. La emoción de sentirme acantilado erguía mi cabeza y mis ojos se levantaban al cielo cerrándolos en ceremonial de agradecimiento. Por dentro, tuve que retener un deseo irrefrenable de saltar al vacío porque quería volar y sentirme etéreo. En pleno éxtasis advertí una presencia junto a mí. Unos metros por encima de mi cabeza, una gaviota se mantenía en equilibrio jugando con las corrientes de aire sin mover sus alas. No pude por menos que desplegar en horizontal mis brazos para acompañarla planeando sobre vientos y mareas, dominando desde las alturas como ella, pero manteniendo los pies en el suelo.
Habiendo tenido la oportunidad de vivir tan extraordinaria experiencia, dí un paso atrás para romper la continuidad del acantilado y recuperar mi propia identidad.
En adelante, cada vez que me sienta frágil ante la adversidad, me acordaré de aquel día que fui un robusto acantilado.

sábado, 4 de septiembre de 2010

Visiones, casualidades y otras habilidades.


La noche había sido turbulenta. Durante las pocas horas que logré dormir, continuas pesadillas rancias se sucedían entrecortadas por misteriosas visiones futuristas que distorsionaban aún más la poca coherencia que pudiera desprenderse de esos sueños. Por fin, el ruido del despertador ayudó a diluir la inquietud provocada por las ensoñaciones entre las brumas mañaneras de un inusual fresco día del tórrido verano que nos castiga.
Agotado por el falso descanso nocturno hube de tirarme de la cama para levantarme entre gestos oxidados y aturdidos pensamientos que no logré dejar enredados entre las sábanas. Ahora, sentado en la terraza, me convencía a mí mismo de la imposibilidad del ser humano para predecir la intangibilidad del futuro. Puedo ser materialista, desconfiado, o quizá aburrido, pero no creo en los futurólogos ni en los visionarios.
Unos minutos más tarde, tras un no recomendado breve desayuno, me dispuse a iniciar la rutina laboral diaria. Gracias a la clemencia meteorológica pude utilizar mi bicicleta como medio de transporte. Todo un placer circular en bici protegido por las refrescantes sombras de la arboleda del parque. Recibir y ofrecer saludos directamente, sin bocinas intermediarias ni ademanes sordomudos, te hacen disfrutar de la convivencia cercana y amistosa. Y en ello andaba cunado unas manos en alto reclamaban mi atención para dirigirme un sentido saludo de un padre que, sentado en un banco junto a su hija, descansaba del largo paseo mañanero. –Buenos días, amigo Rafa-, me decía junto a otras aduladoras palabras que excitaban mi timidez. Durante unos minutos recordamos buenos momentos, bromeamos y reímos, Y entre risas, -Rafa, infla la rueda trasera y deja de preocuparte por ella-, me dijo visionando la preocupación que reverdecía en mí desde que, tras salir de casa, me dí cuenta de la falta de presión del neumático, teniendo en cuenta las horas que aún tardaría en regresar para inflarlo. Evidentemente no pude evitar adoptar un gesto de admiración por lo sucedido. Él, sólo sonrió. Un momento de silencio para reflexionar lo sucedido fue suficiente para buscar una explicación racional: cualquier persona de curiosidad insolente se habría dado cuenta de que la goma de la rueda trasera se aplastaba contra el asfalto más de lo habitual por no poder soportar mi peso.
Una leve muesca de sonrisa precedió a una broma con la que retomé la normalidad que nunca debió de alejarse de mis pensamientos por tan insignificante comentario. Y seguimos dejando fluir la amistad entre ambos, aunque apremiaba una forzada despedida dado que llegaba tarde a mi destino. Al igual que el saludo de bienvenida, generosas palabras para la despedida. Y entre ellas, buenos deseos para desearme bien en esta nueva contienda, literaria, en la que me hallo inmerso. – Ah! Espero que dediques muchos libros con la bonita estilográfica que tienes guardada en tu casa-, me dijo con mucha naturalidad mientras me miraba fijamente a los ojos. Un fuerte pellizco a la maneta frenó en seco el primer impulso de la pedalada con la que iniciaba la marcha. El escaso medio metro recorrido me obligó a girar la cabeza para recuperar el contacto visual con aquel hombre que había hecho referencia a la estilográfica que compré en Irlanda y que tengo guardada entre algodones para, con ella, firmar mi primera publicación. Por única explicación encontré la usual liturgia de cualquier escritor novel en el duro y difícil camino hacia la publicación. Seguramente, tras la larga noche de sueños que había tenido, me encontraba algo susceptible favoreciendo la fuerte impresión que me causó. Él volvía a dirigirme una sonrisa cómplice mientras yo volvía a empujar con fuerza el pedal para no llegar tarde al trabajo. Ó quizá para alejarme de cualquier otro pensamiento que me hiciera pasar otra mala noche de pesadillas.

¿Realidad? ¿Ficción? Qué más da. Yo sigo manteniendo mi incredulidad hacia estos temas, pero sí concluyo de lo sucedido pensando que: fuertes dosis de lógica y casualidad, combinadas, pueden llegar a confundir el rigor de la racionalida

miércoles, 25 de agosto de 2010

¿Desubicados..?


Una pregunta me suscita la reflexión esta bella noche de agosto con la luna a punto de plenilunio por testigo.
¿El ser humano necesita de un entorno propicio para su mejor desarrollo personal?
Desde mi punto de vista es evidente que el hombre necesita ubicarse en un terreno de juego que le ofrezca, cuando menos, posibilidad de desarrollarse en el más amplio sentido de la palabra. Es cierto que la capacidad de adaptación al medio nos permite sobrevivir en muy desfavorables circunstancias, sin embargo, difícilmente podemos prosperar en lo personal cuando nos vemos obligados a adaptarnos a unas condiciones que nos coartan la libertad de acción y, por consecuencia, de desarrollo.
Sé que a muchos de vosotros se les está ocurriendo en estos mismos instantes el ejemplo de: -la libertad en el hombre es inalienable. Ni siquiera las rejas o la opresión podrán encarcelar el alma. La libertad está en nosotros-. Igualmente podríamos aplicarlo al desarrollo personal del individuo, ¿verdad?
Contrariamente, yo insisto en la necesidad de rodearnos de un entorno favorecedor que, al menos, nos permita obtener la materia prima, aunque después nos cueste esfuerzo y sudor moldearla a base de vueltas en el torno. Sólo así se explica que alguien, cuyos treinta primeros años han trascurrido en un mismo lugar, haga las maletas para irse a un nuevo destino en el que cambiar radicalmente su manera de vivir.
El Mundo es un escaparate de realidades de diferentes tamaños y formas. Partiendo de ahí, sólo nos queda dos opciones: probarnos unas y otras hasta encontrar la que mejor nos quede. O quedarnos con la nariz pegada al cristal mientras otros se comen la piruleta.

miércoles, 18 de agosto de 2010

Nunca dejes de soñar


Ayer me dijeron que era un soñador. Y que los soñadores suelen vivir en realidades de ficción para dar la espalda a su triste realidad. En definitiva, que vivimos en pura ingenuidad mientras nos cegamos a la verdadera realidad.

Amigo mío, sí, es cierto, soy un gran soñador. También es cierto que los soñadores vivimos alternando la realidad con la ficción, o, mejor diría yo, intentando que ese sueño transgreda la frontera de la irrealidad para, así, poderlo hacer tangible y poderlo disfrutar. Quizá para algunos los sueños, sueños son. Para mí, los sueños son como esas pepitas de oro que muchos buscaron en los ríos; como esa fuerte inversión que dedicas a sacar adelante tu proyecto; como ese maratón que empiezas sólo por tener alguna posibilidad de cruzar cuarenta y dos kilómetros después la meta.
A riesgo de vivir una falsa realidad, seguiré soñando.

…anoche, recostado sobre el cuero negro de una flacucha camilla, soñé despierto. Y soñé que por un momento tuve el poder de vencer a la muerte; que con un breve gesto concedía la vida a quien expiraba su último hálito de esperanza; que con ese mismo gesto devolvía el marido a una viuda, los padres a unos huérfanos. También soñé que borraba la tristeza de las caras afligidas por el dolor y secaba las lágrimas que brotaban de la desesperación.
A los pocos minutos desperté, de mi sueño despierto, sintiéndome poderoso, satisfecho, emocionado. Teniendo la sensación de que había repartido un poquito de vida a los que se les extinguía la suya.
Fue tan placentero esa ficción que seguiré soñando cada vez que me tumbe en esa camilla para donar sangre, aunque algunos piensen que solo trato de evadirme de mi triste realidad.
¿Lo has probado tú? ¡Atrévete! “Dona sangre, dona vida”.

domingo, 8 de agosto de 2010

Por qué malgastar el tiempo...


Vuelve a amanecer. Volverá a salir el sol. La vida en su continuo no parar se afana en envejecer el presente que como el agua se nos escapa de las manos. Y, nosotros, viviendo de pretéritos momentos felices nos cegamos para mantenerlos en una actualidad desencajada.
Ha amanecido. Vuelve a salir el sol. El primer albor ha diluido la espesura de la noche. Los ruidos urbanos despiertan las conciencias. Las reflexiones se adormecen y la pura realidad se vuelve tangible. En mi cabeza aún resuenan ecos de las cavilaciones: la amistad es puro mercado de conveniencia; el tiempo no madura el ímpetu del baloncestista; la cordura y la lógica son vilmente atropelladas por la envidia y el egoísmo; la egolatría nos aleja de un futuro mejor…
Y mañana volverá a amanecer. Mañana volverá a salir el sol. Pero, quizá, para alguno de nosotros ya no habrá más amaneceres; ya no habrá más salidas de sol. Y, entonces, cruzaremos el umbral en el que caduquen los arrepentimientos, sin vuelta atrás. Por consuelo, sólo nos quedará renacer en la memoria de algún presente.

martes, 3 de agosto de 2010

Vidas quijotescas


¿Don Quijote no era un caballero ni Rocinante buena montura..? ¿Sancho no era escudero ni Dulcinea la dama de la triste figura..?
Siempre he intentado comprender el significado que Miguel de Cervantes escondió bajo su novela “El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha”. Y hace unas noches, sentando con un buen amigo, con el que compartía mil y una batallas de las que a diario nos vemos obligados a librar, pude comprender el verdadero mensaje que Miguel de Cervantes podría haber camuflado tras las andanzas del ingenioso Hidalgo.
Una misma realidad, común a todos, se adapta a cada individuo según su propia apreciación. A partir de esa circunstancia personal, cada cual se verá arrastrado hacia la belleza de su Dulcinea o, por el contrario, deberá encarnizar fiera batalla contra sus propios gigantes.

-Y en verdad te digo, Amigo, que esta noche velaré armas para mañana ser armado caballero. Y, como el caballero de la triste figura, a lomos de Rocinante me enfrentaré contra los gigantes seguro de mi hazaña y sin miedo a las opiniones burlescas de los que no pueden ver más allá de vulgares molinos de viento. No busco ínsulas algunas, sino la grandeza de la victoria o la sabiduría de la derrota.

Querido Amigo, mejor loco hidalgo que cuerdo sirviente de la prudencia.

sábado, 31 de julio de 2010

Así comenzó todo...

Me acerqué lentamente por entre la densa arboleda y agazapado tras un enorme tronco presencié la escalofriante escena: cuatro hombres de media edad, armados con aperos de labranza, vociferaban improperios a un único hombre, también de mediana edad, que manoseaba constantemente como queriéndose defender de los insultos que parecían punzarles las carnes.
Mi situación era bastante comprometida por verme en la obligación de salir en auxilio del aquel hombre que parecía en peligro. Opté por dejarme ver, sin acercarme en exceso, para provocar la huída de los agresores al verse descubiertos. Justo en ese momento, la víctima, que era vapuleada como un pelele, dio un paso atrás para, tras tropezar con alguna piedra, caer al suelo. Por un momento se hizo el silencio durante aquella tormenta de insultos, amenazas y empujones, pues el pobre hombre se quedó inmóvil con los ojos fijos, como queriendo buscar un trozo de cielo entre la espesa capa homogénea que conformaban las ramas de los árboles. Uno de los asaltantes se acercó y le tocó la mejilla para hacerlo reaccionar. Todos quedamos perplejos al comprobar un hilo de sangre que le salía de la sien y le chorreaba por la mejilla hasta gotear sobre una pequeña piedra. Ambos cuatro, en silencio y a toda prisa recogieron sus herramientas de trabajo para salir en huída del lugar del crimen que ellos mismos habían provocado. Al cruzarse conmigo me propinaron un fuerte empujón que me derribó impidiéndome verles las caras. Rápidamente me levanté y acudí al cuerpo inerte que aún estaba caliente…

-¡Hemos acabado!-, les grité entusiasmado, después de dos horas de grabación sólo para obtener una escena de muy pocos segundos.
Ellos, creo, también entusiasmados porque se habían divertido con aquella experiencia que durante unas horas los había trasladado a la Irlanda profunda para, con un chasquido de dedos, volver a retomar sus vidas.
Por eso es bonito vivir historias escritas y representarlas ante una cámara, cualesquiera que sea la profesionalidad del objetivo que los graba.
No podía acabar sin agradecerles el esfuerzo que han realizado para mi proyecto a Paco, Demetrio, Rafa, Juan e Ismael que con la mayor de las pasiones me ayudaron a escribir un nuevo capítulo de “La Maldición del Cuervo”.

domingo, 25 de julio de 2010

Reconquistando Hornachuelos


Al igual que ocurrió en otros tiempos, la Plaza de Armas de la fortaleza meloja ha permanecido asediada por los deseos de muchos ciudadanos empeñados en disfrutar de su belleza arquitectónica y riqueza histórica. El viernes, 23 de julio, a voz en grito se llamaba a las armas al Pueblo acantonado extramuros que impasible esperaba la rendición de lo ilógica pasividad ciudadana que deja a la deriva del olvido tan grandioso lugar al alcance de muy pocos reinados culturales.
La apertura de un pequeño acceso por la puerta norte, junto al acceso habitual intramuros, provocaba cierta debilidad defensiva que contrarrestaba el desbordado almacenamiento del aljibe que garantiza el abastecimiento para muchos meses, fortaleciendo la defensa de los asediados.
Durante toda la semana ha habido movimientos que hacían presagiar el levantamiento.
Algunos estamentos sociales, como el Hogar de Mayores, velaban armas dispuestos a reconquistar la fortificación. Y, con ella, el disfrute de tan bello espectáculo flamenco en el marco histórico-artístico del que fue el núcleo principal de tan importante castillo.
Llegado el momento, los Mayores coparon las posiciones en primera línea de batalla para mantener un cuerpo a cuerpo con los artistas que, engrandecidos por los aplausos, se excedían en el repertorio. Por el flanco este del escenario, sobre el aljibe, se adentraron las fuerzas más jóvenes para custodiar el abastecimiento tanto del abundante caudal acuífero, como de los bebederos habilitados para la ocasión.
Finalmente, tras más de dos horas de taconeos, palmas y voces resquebrajadas se izó la bandera del éxito para dar por conseguida la reconquista deseada.
Desde estas líneas hacemos un llamamiento a la prudencia en la embriaguez que se suele derivar de todo éxito, pues aún muchas otras batallas quedan por librar en la reconquista de todos los tesoros que permanecen latentes en el municipio a la espera de su rescate. ¡Así será!

domingo, 18 de julio de 2010

Tras el fuego... la desolación


Hoy volvemos a ver el mercurio sobrepasar los 44º a la sombra. La Sierra, pese a mantener el verdor propio de finales de primavera, gracias a las abundantes lluvias con las que hemos sido obsequiados en el período estival, corre grave peligro de incendios. El abundante hierbazal podría actuar en cualquier momento como yesca y provocar una catástrofe ecológica y humana de la que difícilmente se recuperaría en muchos años. Los diferentes operativos que actuarían sobre el posible incendio permanecen alertados y expectantes a sabiendas que todos los años hay asegurada varias salidas.
¡Suena la emisora! Todo se pone en marcha. Un retén del INFOCA es helitransportado directamente a la línea de fuego para componer el primer frente contra el avance del incendio. Seguidamente despegan otros medios aéreos que esparcirán diferentes soluciones para asfixiar las llamas. Varios retenes más, transportados a vehículos, se desplazan por carretera junto a las Agrupaciones de Protección Civil y responsables de la Agencia de Medioambiente. A partir de aquí, se establece la coordinación entre los grupos y la estrategia a seguir. Y, ahora, sólo queda la extrema prudencia, las decisiones de los jefes de grupos acertadas y la esperanza de sofocar lo antes posible el fuego reduciendo al máximo las pérdidas ecológicas y económicas…

Hace un calor sofocante. El mono ignífugo me salva de ser devorado por las llamas pero me ahoga en mi propio sudor. El casco me incomoda la visión. Al menos me toca llevar la manguera que me hace sentir fuerte ante el avance de las llamas. La tierra a mi alrededor tiembla. Los compañeros que se afanan en golpear las llamas con los bate fuegos se ven ridículos ante gigantescas llamaradas que, aliadas con el fuerte viento, avanzan reduciendo a brasa cuanto se interpone en su camino. Ensordecidos por los chasquidos de la naturaleza prendida en llamas no escuchamos la sirena de la avioneta que avisa de la descarga aérea que pretende soltar en la misma zona que actúa el personal. Rápidamente al suelo, cabeza hacia abajo y protegida por los brazos para evitar que la fuerza del líquido al caer rompa un rama y la rama rompa nuestra cabeza. Este momento es increíble porque en cuestión de un par de segundos se deja de estar en el infierno gracias a una fuerte ráfaga de agua y viento que provoca momentáneamente un cese inmediato del calor y el ruido para, al levantar la cabeza, ver aplacada toda combustión. Aún queda mucho frente por extinguir pero ahora apagarlo sí lo cremos posible.
Horas después de mucho esfuerzo y tenacidad, el incendio se considera controlado y llega el momento de pasar a la segunda fase de refrescar la zona para evitar que alguna llama escondida bajo algún rescoldo vuelva a reavivar la catástrofe.
La policía científica, gracias a la videncia que proporciona ciertos detalles de la catástrofe, localiza rapidísimamente el lugar en el que se ha iniciado el incendio y comienza la investigación para localizar las causas del mismo.
Antes de recoger el material, echamos una última mirada atrás para desmoralizarnos con el desolador paisaje. Arboleda que necesitó de tantos años para crecer, ahora sólo son troncos quemados junto a algunos animalillos incinerados dibujando un cuadro de terror que representa un bodegón de muerte que invita a la desesperanza.
En nuestras cabezas la impotencia y la rabia de saber que algo de todos se ha quemado por el poco cuidado de algún desaprensivo o el funesto interés de algún desgraciado.
Lo único bueno que se puede sacar de esos infiernos artificiales es el gesto de generosidad gratuita de Pepe, Diéguez, Juan, Paco, los hermanos Ismael y Rafael, Valeriano y otros tantos que suben escarpadas laderas, insuflan generosidad y transmiten la esperanza de saber que incluso estando al borde del abismo siempre habrá alguien que desde el anonimato te tienda la mano para ayudarte.
Gracias.

sábado, 10 de julio de 2010

¡Podemos!


Aficionados futboleros, ciudadanos de a pie, el país en general, permanece en latente estado de euforia a la espera de levantar junto a Casillas el trofeo de campeones del mundo. Las calles engalanadas con la insignia nacional parecen presagiar la fiesta tras la final del próximo domingo.
Y todo justo cuando el escepticismo de valores, posiblemente nacido de la fuerte crisis que padecemos, parecía estar desatando los lazos de unión de todo el país. Ahora, gracias al Mundial todo el mundo creemos que “PODEMOS”, que podemos derrotar a Holanda; que podemos salir renovados, fuertes y victoriosos de la crisis; que podemos vencer al terror de extremismos armados; que podemos … podemos…podemos…
Todos con la Roja mientras cantamos: -yo soy español, español, español…yo soy español, español, español…

sábado, 3 de julio de 2010

La bondad de los aspersores


Esta tarde paseaba por las tierras de la Almarja cuando quedé hipnotizado por cientos de aspersores que regaban unos naranjitos recién sembrados. Y allí estaban, inmóviles al avance. Girando una y otra vez sobre sí mismos hasta desbordar la monotonía; hasta ahogar a una misma tierra; quizá hasta siempre si no deja de fluir el líquido elemento por el cordón umbilical de hierro que los une.
Tan sólo unos pocos segundos me bastaron para comprender lo triste que debía ser su existencia, esparcir un puñado de agua para que se la trague la sedienta tierra.
Hube de hacer un gran esfuerzo para comprender que su esclavizado cometido era imprescindible para que lo cultivado prosperase en aquel severo secano, para más inri del implacable ajusticiamiento de un sol que dilataba el mercurio más allá de los cuarenta y cinco grados.
La sucesión de pensamientos que me producía aquella imagen, me provocaron un espasmo de frío que recorrió mi espina dorsal. Gracias a él, conseguí salir de aquel campo magnético que atrapaba mis pensamientos. Eché un último vistazo a aquellos pobres aspersores que provocaban aquella triste y falsa lluvia artificial, y me dispuse a proseguir mi camino.
Ahora no logro quitarme aquella imagen de mi cabeza. La sensación de impotencia por saber que mañana volverán a estar allí. Permanecerán impertérritos a la ventisca, a la nieve, al frío…siempre dispuestos a dar vueltas sobre sí mismos, siempre echando agua, siempre dando vida a cambio de perder la suya.
Quizá yo nunca pueda llegar a ser aspersor, pero siempre dedicaré palabras de agradecimientos a los que sí escogieron el camino de sacrificarse por los demás dando su propia vida si fuera necesario.

lunes, 28 de junio de 2010

La culpa es de Allan Poe


Edgar nunca se conformó con seccionar con el bisturí de su pluma las entrañas de sus víctimas literarias. Le era insuficiente la profanación del descanso eterno y, por eso, hacía regresar las almas encolerizadas para horrorizar al desconcertado mundo terrenal. Siempre desenterrando las raíces del terror para exponerlas impúdicamente a la sensibilidad de la inocencia, la moralidad y la razón.
La tendencia gótica parece proliferar en la actualidad transgrediendo los límites de la ficción para acentuarse en los -modus vivendi- de las nuevas generaciones. No es suficiente marcar una tendencia. Hay que llevarla hasta su grado extremo. Y los extremos están demasiado cerca del final y del principio. ¿A cual de ellos nos estaremos acercando?

Disculpad mi osadía, pero me he atrevido a escribir una pequeña historieta de terror, cuyas letras, en su humildad, homenajeen al maestro, Edgar Allan Poe.


…mi hastioso comportamiento se debía a mi deplorable situación laboral que amenazaba prorrogarse hacia el infinito. Dispuesto a todo me embutí en mi traje de gusano para arrastrarme por la caridad de los departamentos de contratación de cualquier empresa. Por fin, cuando estaba apunto de hundirme en la desesperación, fui rescatado por –Funeraria, “Nuevo amanecer”-. Mi nuevo empleo me hizo sentir útil y entusiasta. A mis múltiples acreedores, felices.
Pasados unos meses fui ascendido a jefe de almacén del tanatorio de la ciudad. Clasificar los ataúdes y llenarlos con los acicalados y fríos muertos era mi principal cometido. Mirar cara a cara a la muerte cada día y a cada momento, me había hecho desarrollar una habilidad especial para propiciar bromas a mis compañeros y reírme de ellos con la única intención de airear la solemnidad del cargado ambiente de la morgue. Cambiaba los féretros del lugar designado para los que iban al horno crematorio para obligar a los porteadores a abrirlos y verles las caras a los difuntos. Mis cadavéricos cómplices jamás alguno se lo tomó a mal. E incluso, aliados a mis propósitos, provocaban grotescos sonidos gaseosos que asemejaban ruidos esperpénticos del más allá … Lo cierto y verdad es que me divertía mucho en aquel trabajo tan serio. Por fin, la vida volvía a ser generosa conmigo.
Después de estar toda la semana preparándolo, me dispuse a darle el susto que se merecían los porteadores que, al igual que yo, les gustaban mucho las bromas.
Diez minutos con anterioridad a las cuatro de la tarde, me apresuré a colocar, en el lugar habitual, la caja que debía contener el cuerpo sin vida del anciano, en cuya última voluntad había dejado recogido su intención de ser incinerado. Sin embargo, no fue así como sucedió. El fiambre permanecía en la cámara frigorífica y fui yo quien ocupó su lugar en el ataúd. Ahora, sólo debía esperar a que en breves instantes los inocentes chavales cargaran con el ataúd para que, llegado el momento, yo abriera la tapa y me levantara resucitado.
Tras largos minutos de espera, la caja comenzó a moverse. El camino hasta el horno era largo. Necesitaba calmar mis ansias y esperar a que llegáramos a la otra parte del tanatorio para, a solas, hacer efectiva la venganza de aquel tremendo susto que, ellos, me habían dado a penas unas semanas antes. El sonido del rotundo golpear de puertas metálicas que se cierran, supongo que las de entrada al edificio contiguo, me despertaron de mi fugaz cabezada. Y es que el concienzudo acabado interior de los féretros garantizaba el descanso eterno, y también el fugaz. Ahora, sólo debía contar hasta diez antes de destapar bruscamente la tapadera para darles el susto de sus vidas. Podía imaginar sus ojos salidos abruptamente de sus órbitas oculares; sus arrítmicos corazones queriéndose salir de sus pechos; el pavor dibujado en sus rostros al enfrentarse con la muerte…
Cuando me disponía a empujar la tapadera, un silbido precedió al asfixiante calor. Las intensas llamaradas penetraron por la fragilidad del ataúd y el interior del horno se convirtió en dominio de lucifer.

martes, 22 de junio de 2010

Jefe Sioux


Últimamente me hallo en el continuo caminar hacia la búsqueda de respuestas, como: ¿por qué el hombre destruye la naturaleza que necesitamos para vivir?, ¿por qué el hombre a menudo actúa de predador del hombre?, ¿por qué, el hombre, ansia el poder del dinero, cuando éste no hace si no hacerle más pobre de espíritu?, ¿por qué…?
Pero, por más que recorro los senderos de la reflexión y la sabiduría de los libros, nunca encuentro una respuesta que me convenza para seguir creyendo en él.
Sin embargo, en el momento menos esperado, mientras paseaba por la plaza, situada entre Avda. del Mediterráneo y Montes de Málaga, una hermosa melodía marcaba el ritmo de mis pasos atrayéndome poderosa e irremediablemente hacia un tumulto de gentes. Los allí presentes, embelezados, disfrutaban de la música étnica de varios Sioux que intentaban recaudar algunas monedas entre plumas y artilugios representativos de su cultura y discos de sus canciones, por supuesto, ataviados debidamente para el espectáculo.
Uno de ellos, el que destacaba más por su voz y su flauta, me dirigió su mirada profunda, abierta y sincera. Más de diez segundo hicimos coincidir nuestras pupilas estableciendo una conexión más allá de lo que podían ver los que también, allí presentes, lo miraban, o mejor dicho, lo escuchaban. Por un momento me centré en esa mirada extraña y bienhechora, para ver a través de sus ojos a sus ancestros viviendo en campamentos y armonizados con la madre naturaleza.
A través de sus ojos me trasladé justo delante de El Jefe de la tribu, que no parecía alertado por mi extraña y amenazante presencia. Con movimientos lentos y contundentes se llevó la mano al corazón para ofrecerme su amistad pacífica y la voluntad de compartir conmigo cuanto tenían. En ningún momento me pidió nada a cambio. La diferencia de mis ropajes, idioma o color blanquecino de la piel no fue obstáculo alguno de entendimiento.
Yo, sintiéndome agasajado por lo inusual de la situación, máxime viniendo del S. XXI, quise corresponderle de alguna forma. Y le hice un gesto, al igual que él, cargado de amistad y entendimiento. Con una sonrisa dibujada en su mirada el Jefe Sioux selló nuestra amistad más allá de la diferencia de nuestras lenguas, más allá de nuestro color de piel, más allá de nuestras diferencias…
Y, sin darme cuenta, me encontré de nuevo en aquella plaza mirando fijamente al joven que terminaba una canción con la mirada afable que seguramente había heredado de sus antepasados.
Ahora vuelvo a creer en el Hombre. Ya no busco respuestas porque el Jefe Sioux me hizo comprender que Nosotros y Nuestros Semejantes somos la respuesta a todas las preguntas. Que el Ser Humano es la confederación de razas, idiomas y sexos. Que el Ser Humano es lo bueno y lo malo, el sí y el no…Que debemos creer en la mayoría, que siempre se impondrá a la minoría. Que el Hombre es excelencia de bondad, aunque algunas veces se le olvide.

domingo, 20 de junio de 2010

La terraza indiscreta


No sé cual podría ser el motivo, pero nuestra sociedad parece volverse cada vez más -voyeur-. Los programas televisivos con más audiencia eligen a una víctima y le administran la anestesia de la riqueza para calmarle el dolor. Después, agarran con fuerza el bisturí y los abren impúdicamente para extraerles las vísceras de la intimidad y poder exhibir sus miserias a los ojos carroñeros que, agazapados entre el plumaje del anonimato, lo devoran sin pudor.
Esta noche soy yo el mirón. Cómodamente sentado en una pequeña terraza se exhiben ante mí ciento trece grandes ventanales que corresponden a ciento trece habitaciones de un hotel. Ciento trece historias que esta noche serán observadas por mis indiscretas miradas.
En la tercera del quinto una pareja discute acaloradamente. Ella lo amenaza con irse. Parece ser que no soporta más sus continuos devaneos amorosos.
En la octava del noveno varias chicas en paños muy menores parecen celebrar una orgía de alcohol que mucho me temo mutará a orgía de … vete a saber.
¡Joder! Desde la segunda del primero hay un chico que me está mirando, y es que posiblemente él sea la respuesta antónima a mi atrevida actitud de mirón.
Aunque no os he dicho nada, por creerlo de poca importancia, al inicio de mi vigilancia ha salido a la terraza del primero del sexto una joven muchacha muy bonita que se ha quitado la camiseta para quedarse en bikini. Ahora sí le doy más importancia porque ha vuelto a salir para practicar un baile de espaldas a mí y, como colofón, ha tirado de las tirantas del bikini para dejar sus pechos libres a miradas de extraños, pero, sobre todo, a vista de quien la mirase desde el interior. Transcurrido unos minutos ha regresado al escenario para finalizar un striptease que ha estado a punto de arrancar mis aplausos acalorados.
Mi reloj de pulsera toca las tres campanadas, siempre me gustaron los viejos relojes de campanadas, y prácticamente todas las luces de las terrazas han sucumbido a la brisa marina y se han apagado como si de velas se tratasen.
Sin embargo, yo, permanezco en mi puesto vigía incapaz de dormir. Sólo pienso en el proyecto de familia interrumpido tras haber dado por finalizado la primera pareja su relación.
Tiemblo de pensar en el final de la orgía de orgías, porque mi orgía de pensamientos da para mucho.
También pienso en la chica que seguramente se estaría desnudando para otro chico infiel…; para otra chica…; para sí misma disfrutando de su exhibición…; para su chico…; para dejar su ropa húmeda secándose al aire mientras se ducha. No, no, esta última la repudio por aburrida.
¡Vaya! Me acabo de dar cuenta que me he convertido en otro fisgón más que acabará pegado al televisor a la espera de poder ver cómo destripan la vida de cualquier famoso.
Será mejor que deje descansar la vista para también descansar el alma. Además, el fisgón de enfrente no para de mirarme y no me hace ninguna gracia que me vigile y me vea en calzoncillos aquí en la terraza. A juzgar por su mirada incisiva vete a saber lo que estará pensando de mí.
Maldito fisgón. Hasta mañana.

sábado, 12 de junio de 2010

Iguales, pero distintos


Escogimos la zona del puerto para adentramos en la ciudad de Malaka en un día espléndido de sol, literatura y charlas. También, como los fenicios, pretendimos encontrar en la ciudad una factoría de nuevos comercios que revitalizaran las constantes vitales de nuestro moribundo entusiasmo empresarial. Pero comprendimos que llegábamos demasiado tarde al oír lejanos resquicios del vociferante y abarrotado graderío del teatro romano que celebraba tarde de espectáculos. No nos quedó otra que seguir emborrachándonos de arquitectura multicultural hasta hacer hora para el encuentro por el que nos encontrábamos en la ciudad.
Y llegamos a la puerta del hotel en el que se exhibía todo un cielo estrellado, premonitorio de la oscuridad predominante en el encuentro con el arte poético y que parecía deber su origen a la fragilidad del insipiente progreso de la instalación. Por fin, entre medias luces, pudimos disfrutar de los imperiosos brillos poéticos recitados por Inés, que presentaba su bellísima obra. Finalmente, de nuevo resonaron los aplausos, pero esta vez tras las ruinas del teatro romano, que reconocían el buen trabajo de la poeta.
La noche tocaba a su fin cuando una voz joven nos hizo despertar del letargo que nos había provocado los rutinarios comportamientos previos a la despedida. Y nos llamó la atención porque reclamaba tímidamente maneras de actuar lejos de patrones de comportamiento comunes. En definitiva, aquel chico de retorcidas reflexiones filosóficas, levantaba la voz para proclamar la valía del desarrollo personal de cada individuo, -todos somos iguales, pero diferentes-. Fue entonces cuando comprendí que esos comportamientos que te hacen sentir diferentes son garantía de éxito, tanto a nivel personal como social.
Acabada la presentación y aprendida la lección de aquel joven, extraño, diría la sociedad, regresamos a Irlanda para disfrutar de una pinta bien fría.

sábado, 5 de junio de 2010

El alquimista


Vivir en un continuo querer más, y más, puede llegar a convertirse en tener cada vez menos, y menos. No se trata de tener el coche más sofisticado o la casa más grande, si lo que pretendemos realmente es agrandar la capacidad de ser felices. El exceso descontrolado nos podría llevar por el camino del desprecio y la falta de motivación. Quizá lo más importante para nuestra felicidad es disfrutar de lo mucho o poco que tenemos y compartirlo para que los que estén a nuestro alrededor también sean felices. Podría ser la solución para el buen vivir, crear una atmósfera de positivismo a nuestro alrededor y, de esa manera, viviendo rodeados de felicidad no nos quedará otro remedio que también serlo nosotros.
Nos empeñamos en buscar hacia fuera al alquimista que posea la preciada fórmula para convertir en oro todo lo que toque, sin darnos cuenta que la verdadera alquimia la llevamos todos dentro.

martes, 1 de junio de 2010

Seguimos siendo personas, y no máquinas


De momento, seguimos siendo personas y no máquinas. Y como tales nos comportamos. Nuestros aciertos se empañan con nuestros errores. Nuestros valores colisionan frontalmente contra opiniones ajenas que los devalúan o contra opiniones propias que los desvirtúan. Y entonces llega la hora del malestar y la necesidad de esconderlas y camuflarlas para protegernos de no sé que vergüenza. Al final, nos convertimos en carne de cañón para nuestros competidores envidiosos o para aquellos que hacen del daño ajeno su mejor arma arrojadiza. Y huimos en dirección contraria sin saber que cada paso que demos para alejarnos es ampliar el diámetro de la diana sobre la que seguirán nuestros enemigos disparando flechas, cada vez con menos margen de error.
Si, por el contrario, aceptamos como un lance más de esta trepidante vida lo que otros califican de –nuestras miserias- es posible que desarmemos a nuestros atacantes para convertirlos en víctima de su propia indefensión. Sólo es cuestión de aceptarnos tal y como somos.

Que el dependiente que te atiende en un comercio sea familiar de un mal vecino tuyo, es mala suerte. Que alguien de tu entorno cotidiano se acerque para saludarte, durante un viaje por la otra punta de España , mientras desayunas tras una apasionada y profesional noche de amor, es para tirarse de los pelos. Pero, ¡joder¡, lo que realmente desborda el colmo es que te sientes en un banquito de Central Park, para descansar de la estresante visita a la ciudad de New Cork, y que un vecino tuyo te salude tremendamente excitado por la milagrosa coincidencia y por ver como le has dado un besito a tu pareja, sustituta de la titular, y que además es de tu mismo sexo.

jueves, 27 de mayo de 2010

¿Realidad o ficción?


… al levantarse se dirigió al baño para vaciar la vejiga, colapsada por la noche de excesos. Fugaz mirada al espejo para arreglarse el pelo alborotado de horas de cama y minutos dormidos. Ya acicalado, a la voz de petición, el ordenador transforma los reflejos de su figura por una computadora que le recuerda la agenda del día y otros detalles más genéricos. Sale de la sala de baño en la que se corta el suministro de energía, si no detecta presencia física, para dejar la estancia sumida en la oscuridad inteligente. Rápidamente se viste con un traje que proporcionará al cuerpo, a través de un microclimatizador, una temperatura constante de veinticinco grados. También lo equipa, mediante una pequeña pantalla en el interior de la chaqueta, con un pequeño ordenador que le permite mantener la actividad de oficina en cualquier lugar y momento.
A petición de voz, se abre la puerta del garaje. Su auxiliar de mantenimiento de hogar sopla por el canutillo para poder arrancar el vehículo que, de haber soplado él, hubiera detectado en su aliento los rescoldos del desenfreno alcohólico de la noche anterior y anulado la puesta en marcha. Tras la victoria de la inteligencia humana sobre la mecánica se dirige en su vehículo al punto de encuentro con otro colega de su mismo estatus empresarial.
El habitáculo del vehículo se convierte en una burbuja que lo separa de la inmundicia de los barrios de desechos sociales que se agolpan en las aceras tratando de vivir entre la marginación de los poderosos y el acecho de enfermedades, delincuencia y miseria.
Mientras se pone al día con el noticiario de la mañana, que se refleja en el cristal parabrisas , su vehículo se dirige al itinerario programado. Inesperada e incomprensiblemente, los sensores frontales del coche no advierten a tiempo al pequeño que cruza la calzada para recuperar su pelota. Un golpe certero deja inconsciente al niño mientras el automóvil sigue su ruta y su distraído conductor levanta al cabeza alertado por un golpecillo para seguir ensimismado en la lectura tras comprobar que algo sin importancia lo debía haber ocasionado.
A partir de ahí, empieza un nuevo día de impotencia y rabia contenida de los familiares del pequeño, que no pueden hacer otra cosa sino seguir asumiendo las desgracias que les estén por venir.
Para el empresario, simplemente continuar con su vida acomodada aunque le depare un futuro insulso durante los próximos ciento cincuenta años.
...y firma el convenio de colaboración con el otro empresario para seguir obteniendo un doscientos por cien de sus empleados…
Hornachuelos, 27 de mayo de 2095


Bien podría ser la escena de un futuro próximo. ¿Ahí es a dónde queremos llegar?

jueves, 20 de mayo de 2010

Islas en medio del océano


Se hace muy raro entrar en un establecimiento y encontrarte de frente a dos monjas ataviadas con unos hábitos que sólo dejar ver parte de sus caras. Aún se hace mucho más raro verla mirar con recelo la roja luz de un láser mientras pregunta atemorizada a la dependienta si es algún tipo de alarma o si “eso” le podía hacer algún daño. Es increíble que una persona se retire del mundanal ruido un par de décadas, pues la mujer no creo que superara los cuarenta años, y al salir se encuentre perdida entre tecnologías, ropas y demás avances de una sociedad moderna de confort, o una sociedad insostenible del K-OS.
Y, aunque estemos hablando de rarezas, no fue precisamente rara la expresión de las mujeres que se encontraban allí, en el mismo comercio, y que miraban a las monjas con respeto y admiración. Me pregunto si esas mujeres hubieran sido musulmanas y hubieran llevado los atuendos, de los que tanto se hablan en estos días, ¿a las que miraban les hubiera cambiado la expresión de admiración y respeto por recelo y desaprobación?
Si pretendemos modernizar la sociedad deberíamos empezar por tolerar y ser tolerados. Respetar a otras culturas y que, esas culturas, respeten la nuestra. Pero me temo que eso cada vez será más imposible porque el sistema de vida insostenible al que vamos abocados nos obligará a guerrear por todo para sobrevivir.Siempre sentí mucha pena por aquellas personas que voluntariamente encierran sus vidas entre cuatro muros, sin embargo, ahora he sentido un poco de envidia por pensar que ellas están encerradas en un mundo que ellas mismas se han fabricado levantando altos muros que las independicen de la vorágine de la sociedad de la normalidad

viernes, 14 de mayo de 2010

Juzgado de primera instancia "La Calle"


-¡La madre que te parió! ¡Sin vergüenza! ¡Tenías que estar encerrado!
Podría recitar muchos más de los improperios que alguien de sueldo acomodado y sobrado le dijo a aquel niño, de dieciséis años, cuando intentaba apropiarse de la bicicleta de su hijo sin pedirle permiso.
Ciertamente, en estos tiempos que corren, los valores que parecen prosperar están reñidos con la tolerancia, la educación, la formación, el respeto … valores que se han convertido en el peaje a pagar para poder avanzar por las autopistas del desarrollo. En términos bélicos, que ahora están tan de moda, serían los resultados de los daños colaterales en la lucha por el bienestar.
Y de aquí, dos reflexiones me vienen a rondar la cabeza:
1ª.-¿Realmente caminamos hacia una sociedad de bienestar cuando cada vez dependemos más de un sobresueldo…, cuando sufrimos los ataques despiadados, en forma de asaltos, robos, agresiones, etc…, de las víctimas del sistema y nos vemos obligados a recluirnos en casas-fortines…, cuando el hábitat en el que nos desenvolvemos lo degradamos a pasos agigantados hasta asfixiarnos nosotros mismos…?
2ª.-Por otra parte, ese pequeño, tildado de delincuente, ¿es víctima o verdugo?. Busca la manera fácil de conseguir la bicicleta deseada, o por el contrario ¿es la única forma de reclamar el mismo derecho a tener la bici que el otro niño?

Hagamos juicios, aunque sean propios, justos. Apliquemos las leyes interpretando la realidad de los hechos para aplicar justa sentencia, aunque el veredicto nos sea incómodo y desfavorable.

JUZGADO DE PRIMERA INSTANCIA “LA CALLE”
Litigio:
Padre de “A.” acusa a J. de querer robarle la bicicleta a su hijo.
Por el contrario, J. declara la única intención de darse un paseo en la bicicleta, con la que sueña cada noche por tener, dado que pensaba devolvérsela sin desperfectos y el gasto mínimo y ridículo del desgaste de neumáticos.
Acusación:
Interrogatorio a Padre de A.
- ¿Es verdad, padre de A., que usted compró la bicicleta de su hijo con una octava parte de la paga extraordinaria de Navidad, lo que le supuso un grave esfuerzo económico?
- ¿Es cierto que usted, padre de A., no dio permiso a J. para coger la bicicleta.
- ¿Es cierto que, con las bicicletas que su hijo ha tenido anteriormente, nunca le ha ocurrido algo parecido?
Interrogatorio a J.
- J., ¿tenías pensado huir con el botín hacia unas calles más allá para permanecer oculto el resto de tus días y no devolver la bicicleta?
- J., ¿por qué has optado por coger una bicicleta ajena, cuando podías, perfectamente, haberte comprado la tuya propia utilizando el escaso sustento de tus padres que utilizan caprichosamente en darte de comer y ropa para vestir?
Veredicto:
1º.-Teniendo en cuenta que para el padre de A. el robo de la bicicleta hubiera supuesto una muy leve pérdida económica, por consecuencia, una ridícula herida emocional. Menos aún para su hijo que podría haber seguido usando cualquiera de las otras bicicletas que posee, así como cualquiera de los otros muchos juguetes que atiborran su cuarto en estado avanzado de abandono.
2º.- Que el ambiente afectivo de J., el acusado, ha sido lo suficientemente precario como para no darle la oportunidad de recibir una formación adecuada que le hubiera posibilitado la opción de solicitar prestada dicha bicicleta.
3º.- Que la actitud de, padre de A., ha rebasado los niveles de educación y formación recibida y exhibida, de forma patente a través del título universitario colgado a vista del mundo en su salón, manifestando una grave acusación sin juicio de valor previo e insultando al acusado y su familia no presente en los hechos.

Dictamen:
- Por favor, levántese el acusado para recibir el veredicto de: CULPABLE
1º.-Culpable de haber nacido en una familia desestabilizada que no le ha dado la posibilidad de formarse en valores.
2º.-Culpable de haberse acometido el crimen en presencia del padre de la víctima en lugar de buscar un momento más propicio en el que, camuflado en la noche y con alevosía, podría haber sustraído la bicicleta sin riesgo a ser descubierto.
Este Juzgado ha acordado condenar a J. a comprender que la vida no es justa y, por eso, debe salir de la pasividad para empezar a crecer en valores que le permitan tener su propia bicicleta sin transgredir la propiedad ajena.

- Por favor, levántese la acusación para recibir también su veredicto de: CULPABLE
1º.- Culpable por no ser consciente de que la situación se podría haber arreglado sin insultos ni voces, dado que su título universitario, que tanto exhibe, lo capacita para resolver adecuadamente tales situaciones.
2º.- Culpable por no haber permitido al acusado dar un paseo, que no hubiera hecho daño a nadie, en la bicicleta.
3º.- Al mismo tiempo, culpable por haber desperdiciado la oportunidad de enseñar a su hijo a compartir, máxime cuando se nada en la abundancia, la bicicleta y seguir formando a su hijo en valores.
4º.- Culpable por haber tratado a J. como ladrón, reitero, sin juicio previo, introduciéndolo y señalándolo con la etiqueta de la delincuencia para que éste empieza a conocer de cerca un mundo que antes le quedaba lejos.
Este Juzgado ha acordado condenar a padre de A. a recibir un curso de tolerancia y respeto para con los demás cualesquiera que sea su situación económica, de formación, etc, etc, etc.
También recibirá la condena de tener que retirar el título universitario de la pared del salón de su casa para mantenerlo oculto durante el tiempo que le sea necesario hasta aprobar el curso de tolerancia y respeto.

Y que así se cumpla.

sábado, 8 de mayo de 2010

Doce fotos históricas


Esta noche la reflexión nos la propone el amigo Aechadero que nos envía estas doce fotos.

Al menos, para mí, la reflexión se dilataría en exceso, por lo que he decidido resumir cada uno de estsos doce trozos de vida impresa en una sola frase:

1.- Superando el colmo de la deshumanización.

2.- Retransmisión en directo del asesinato de una víctima inocente de las sociedades desarrolladas.

3.- La fuerza del pacifismo.

4.- Juez y verdugo sin juicio.

5.- La Iglesia presencia impávida el horror de la calle.

6.- La gran industria carroñera alimenta su producción con cadavéricos sueldos del tercer mundo.

7.- Mejor muerto que sufriendo.

8.- La gota que por una vez desbordó el océano.

9.- Ayer y hoy de la opresión femenina en algunos países de oriente.

10.- Es absurdo seguir retando a la Naturaleza.

11.- El beso de la victoria tras la derrota.

12.- Consagrado por el ideal.


Amigo Aechadero, muchas gracias por enviarnos tan interesante documento, que todos deberíamos tener colgado de la pared de nuestro dormitorio para poderlo ver cada vez que nos levantemos de nuestras confortables camas.

martes, 4 de mayo de 2010

Controversia


Cada día me cruzo con más indigentes que hacen de cualquier portal su hogar, sin derechos ningunos y con la obligación de tener que sobrevivir en mitad de esta marabunta.

Las colas del INEM son más y más largas, tan largas que cualquier día me tropezaré con ellas y casi sin darme cuenta estaré ahí detrás con la Constitución en la mano pidiendo un trabajo al que tengo derecho, pero que no llega. Mientras tanto, esa misma Constitución, me obligará a seguir pagando la hipoteca, si no quiero ser echado de mi propia casa.

Por otro lado, los criminales que, en su ridícula condena, tendrán jueces que vigilen por sus derechos, los mismos que desahucian a las víctimas. Y, mientras tanto, los que están en la cola del paro y pagando la hipoteca, tendrán que hacer un sobreesfuerzo para rendir cuentas tributarias para que esos mismos presos que han arrebatado la vida de personas, y piensan seguir haciéndolo, tengan acceso gratuito a los estudios universitarios, que los que están en la cola del paro no puedrán pagar a sus hijos. Y, para colmo, redimienddo condena.

Pero, ¿ dónde coño está esa panacea que durante tantos años nos vendieron?. Dónde está esa sociedad de bienestar para esas personas que se mueren de hambre a menos de veinte metros de los que viven en la continua opulencia y derroche... Dónde está la justicia que defiende a los ciudadanos de bien, en lugar de proteger a esos otros ciudadanos que viven en la impunidad del delito.

Si llego a saber todo lo que traía el siglo XXI, a lo mejor hubiera preferido seguir corriendo con zapatillas "la tórtola", seguir escribiendo con máquina de escribir o ganando ochenta mil pesetas.

¡Qué decepción!