sábado, 4 de septiembre de 2010

Visiones, casualidades y otras habilidades.


La noche había sido turbulenta. Durante las pocas horas que logré dormir, continuas pesadillas rancias se sucedían entrecortadas por misteriosas visiones futuristas que distorsionaban aún más la poca coherencia que pudiera desprenderse de esos sueños. Por fin, el ruido del despertador ayudó a diluir la inquietud provocada por las ensoñaciones entre las brumas mañaneras de un inusual fresco día del tórrido verano que nos castiga.
Agotado por el falso descanso nocturno hube de tirarme de la cama para levantarme entre gestos oxidados y aturdidos pensamientos que no logré dejar enredados entre las sábanas. Ahora, sentado en la terraza, me convencía a mí mismo de la imposibilidad del ser humano para predecir la intangibilidad del futuro. Puedo ser materialista, desconfiado, o quizá aburrido, pero no creo en los futurólogos ni en los visionarios.
Unos minutos más tarde, tras un no recomendado breve desayuno, me dispuse a iniciar la rutina laboral diaria. Gracias a la clemencia meteorológica pude utilizar mi bicicleta como medio de transporte. Todo un placer circular en bici protegido por las refrescantes sombras de la arboleda del parque. Recibir y ofrecer saludos directamente, sin bocinas intermediarias ni ademanes sordomudos, te hacen disfrutar de la convivencia cercana y amistosa. Y en ello andaba cunado unas manos en alto reclamaban mi atención para dirigirme un sentido saludo de un padre que, sentado en un banco junto a su hija, descansaba del largo paseo mañanero. –Buenos días, amigo Rafa-, me decía junto a otras aduladoras palabras que excitaban mi timidez. Durante unos minutos recordamos buenos momentos, bromeamos y reímos, Y entre risas, -Rafa, infla la rueda trasera y deja de preocuparte por ella-, me dijo visionando la preocupación que reverdecía en mí desde que, tras salir de casa, me dí cuenta de la falta de presión del neumático, teniendo en cuenta las horas que aún tardaría en regresar para inflarlo. Evidentemente no pude evitar adoptar un gesto de admiración por lo sucedido. Él, sólo sonrió. Un momento de silencio para reflexionar lo sucedido fue suficiente para buscar una explicación racional: cualquier persona de curiosidad insolente se habría dado cuenta de que la goma de la rueda trasera se aplastaba contra el asfalto más de lo habitual por no poder soportar mi peso.
Una leve muesca de sonrisa precedió a una broma con la que retomé la normalidad que nunca debió de alejarse de mis pensamientos por tan insignificante comentario. Y seguimos dejando fluir la amistad entre ambos, aunque apremiaba una forzada despedida dado que llegaba tarde a mi destino. Al igual que el saludo de bienvenida, generosas palabras para la despedida. Y entre ellas, buenos deseos para desearme bien en esta nueva contienda, literaria, en la que me hallo inmerso. – Ah! Espero que dediques muchos libros con la bonita estilográfica que tienes guardada en tu casa-, me dijo con mucha naturalidad mientras me miraba fijamente a los ojos. Un fuerte pellizco a la maneta frenó en seco el primer impulso de la pedalada con la que iniciaba la marcha. El escaso medio metro recorrido me obligó a girar la cabeza para recuperar el contacto visual con aquel hombre que había hecho referencia a la estilográfica que compré en Irlanda y que tengo guardada entre algodones para, con ella, firmar mi primera publicación. Por única explicación encontré la usual liturgia de cualquier escritor novel en el duro y difícil camino hacia la publicación. Seguramente, tras la larga noche de sueños que había tenido, me encontraba algo susceptible favoreciendo la fuerte impresión que me causó. Él volvía a dirigirme una sonrisa cómplice mientras yo volvía a empujar con fuerza el pedal para no llegar tarde al trabajo. Ó quizá para alejarme de cualquier otro pensamiento que me hiciera pasar otra mala noche de pesadillas.

¿Realidad? ¿Ficción? Qué más da. Yo sigo manteniendo mi incredulidad hacia estos temas, pero sí concluyo de lo sucedido pensando que: fuertes dosis de lógica y casualidad, combinadas, pueden llegar a confundir el rigor de la racionalida

4 comentarios:

  1. Rafa, ya sabes que yo hace tiempo que no creo en las casualidades. Más bien creo en las causalidades: en el binomio causa-efecto. Si profundizas en los más mínimos detalles, encontrarás la madeja causal que provocó tan irreal efecto. Irreal en ese momento, pero tan real como desenterrar las raíces profundas que lo provocaron. Siempre hay un motivo o varios, pero hay que saber encontrarlos. La vereda que conduce en cada caso al conocimiento, a veces, desorienta tanto que pierdes el norte del verdadero sentido. Te pierdes en los detalles que que embocan en lo que ha sucedido. Incluso el conocimiento intuitivo se rige por variopintos motivos. Muchas veces el entendimiento se cubre de aparentes sinsentidos.

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  2. Hola: me gustan tus reflexiones, y me gustaría comentar algo, pero no sé todavía cómo funciona esto.

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  3. Bien, ya parece que he publicado el comentario. A partir de ahora publicaré comentarios a tus reflexiones.
    Buen camino.

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  4. Hola Caminante.

    Bienvenido a Reflexiones a media noche... Estoy seguro que disfrutaremos de tus aportaciones.

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