sábado, 5 de junio de 2010

El alquimista


Vivir en un continuo querer más, y más, puede llegar a convertirse en tener cada vez menos, y menos. No se trata de tener el coche más sofisticado o la casa más grande, si lo que pretendemos realmente es agrandar la capacidad de ser felices. El exceso descontrolado nos podría llevar por el camino del desprecio y la falta de motivación. Quizá lo más importante para nuestra felicidad es disfrutar de lo mucho o poco que tenemos y compartirlo para que los que estén a nuestro alrededor también sean felices. Podría ser la solución para el buen vivir, crear una atmósfera de positivismo a nuestro alrededor y, de esa manera, viviendo rodeados de felicidad no nos quedará otro remedio que también serlo nosotros.
Nos empeñamos en buscar hacia fuera al alquimista que posea la preciada fórmula para convertir en oro todo lo que toque, sin darnos cuenta que la verdadera alquimia la llevamos todos dentro.

3 comentarios:

  1. Es verdad, la alquimia se encuentra en el interior de cada uno de nosostros. Pero no se puede confundir esa búsqueda personal como la única búsqueda posible. Quiero decir que quizás nos estemos centrando excesivamente en nuestro ego, también como parte de enriquecimiento personal: estudiamos, pensamos, reflexionamos, utilizando casi exclusivamente nuestro yo. Pero no se nos está enseñando a utilizar el nosostros, o se nos está olvidando. Somos, posiblemente en toda la historia de España, la sociedad más rica, más opulenta, de mayor bienestar social -aunque últimamente se está poniendo en muy grave peligro-, de mayor nivel cultural. Pero en ese proceso personal, de cada uno de nosostros, hemos ido perdiendo el valor de lo comunitario -algunos ni sabemos de qué va eso-. El yo, lo mío, lo nuestro -a lo sumo de ti y de mí-. Y a los demás que estamos construyendo entre todos -cada uno con nuestro egoísmo propio- una sociedad del bienestar con parámetros obligados -impuestos, tasas, etc.-, ¡que les den por el ano! Se está perdiendo el norte de lo de todos, del espacio común, de las ideas comunes, de los valores comunes, de los deberes comunes -en primer lugar y, como consiguiente, el disfrute de los derechos derivados-. La noción de que cada uno de nosotros, con nuestro egoísmo enraizado, adquiere relevancia -tanto positiva como negativa- por el hecho de vivir en sociedad se está diluyendo como un azucarillo amargo. Somos lo que somos porque estamos en sociedad. El "cabrón" de mi vecino lo es porque vive en sociedad conmigo, de lo contrario ni sería vecino. En fin, hay que buscar el alquimista que llevamos dentro, pero sin ensimismarse demasiado en uno mismo. Y cuando lo encontremos, aplicarlo en beneficio de todos. Y si alguien se sale de madre, habrá que recordarle los deberes inexcusables de vivir en sociedad en beneficio del disfrute de los derechos que derivan de su estricto cumplimiento: El deber de pensar en todos y actuar con todos.

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  2. "Podría ser la solución para el buen vivir, crear una atmósfera de positivismo a nuestro alrededor...".
    Primero buscar el alquimista que seguramente está en nuestro interior, preguntarle que es lo que realmente hacemos para el buen vivir. El nuestro y el de todos.
    Probablemente hablemos mucho, pero hagamos poco.
    Quizás este hacer poco tenga su explicación en la desconfianza, que seamos sinceros, tenemos hacia el otro. No nos fiamos de las verdaderas intenciones de los demás.
    En alguna ocasión he mostrado mi excepticismo sobre el ser humano, (me incluyo), pero también no es menos cierto la necesidad que tiene uno en CREER.
    Una vez aclarado con nuestro alquimista la búsqueda de nuestro oro, será el momento de buscar con TODOS la gran mina, la que nos ofrecerá el buen vivir.
    "... el deber de pensar en todos y actuar con todos."
    Un saludo.

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  3. El sentimiento de comunidad ha acompañado al ser humano desde sus comienzos. Todo lo contrario sería actuar contra Natura. Hasta ahí no hay nada que discutir. Sin embargo, cada vez parece haber más comportamientos que reniegan de sociedades del patrón que te enclaustran en sus pactados principios. Y es, a partir de ahí, cuando surgen aislamientos que posiblemente no busquen la soledad, sino el principio de una nueva sociedad más a favor de Natura.

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