
Como tantas noches termino el día sentado con el mundo a mis pies y el pensamiento anudado al discurrir de un fin de semana intenso, desconcertante y agotador. Cierro los ojos y me relajo con el armónico sonido del romper de las olas del antiguo mar de Tetis. Me dejo acariciar por los aires fríos de la sierra para sentir el otoño que sigiloso nos lleva al solsticio que aleja el sol hasta el trópico de capricornio. Pero, en mi cabeza, no logro apaciguar la intensa actividad que aún reverbera desde el fin de semana: palabras deshonestas que traslucen la mala fe de terceros; la amistad engordada a base de engaños egoístas; individuos que cegados por el brillo de la avaricia olvidan la generosidad y humildad del compromiso.
Pero por encima de todo prevalece el recuerdo de una de mis escasas y breves visitas al paraíso; al remanso de paz; a la isla de generosidad en mitad de la aridez del desierto. El viernes visité a Mis Amigos, a esos que todo lo dan a cambio de nada. Y allí pude ver ojos brillantes que reflejaban la inocencia, la buena voluntad. En unos minutos y sin palabras me hicieron comprender que es posible la guerra sin víctimas y sin perdedores. Que todos somos iguales en nuestras diferencias, y que la felicidad no está en la abundancia, sino en la comprensión. Queridos Amigos, aunque seguramente nunca os llegarán estas palabras, quiero reflejar en ellas mi agradecimiento por todo lo que me enseñáis en cada pequeña visita; por exhibir la dignidad del Hombre que tan poco se suele ver en estos tiempos; por insuflar fuerza a ese REMOLINOS que provocará el huracán que iniciará la revolución hacia los verdaderos valores del Ser Humano.
LLegado el momento del -hasta pronto-, no de la despedida, os diré que después de dos años de compartir con ustedes mis momentos más íntimos de la reflexión a media noche ha llegado la hora de poner el punto y final. Mentiría si no os dijera que cierta tristeza invade mi interior; que no echaré de menos aporrear el teclado y colgar la reflexión a la espera de abrir cada noche el blog para leer vuestras opiniones, en otros casos recibirlas por correo electrónico; que recibir visitas del otro lado del atlántico me ha hecho sentir muy escuchado. Pero por otro lado, me satisface saber que este final legitima su inicio.
Queridos amigos de la reflexión noctámbula, gracias por estar ahí. Os envío un fuerte abrazo y os lanzo un guiño por si algún día nos volvemos a ver en la red. Y, sobre todo, recordad que a media noche siempre estaré reflexionando con el mundo a mis pies. Y si alguna mala noche de insomnio no os deja dormir, aquí os estaré esperando.