Creer sólo en lo que podemos ver y tocar no elimina la posibilidad de errar en nuestra interpretación. El rictus serio de una persona no tiene porqué condenarla a no sonreír jamás. El árbol pequeño puede agarrarse fuertemente a la tierra con sus grandes raíces. Quizá la piel más negra tenga el corazón más blanco y el mayor de los beatos sea un mal nacido. Y es que la vida es un continuo ir y venir en el que nos vemos obligados a valorar desde la superficialidad y el desconocimiento. Cada vez hay menos relación con el vecino, menos compartir con el prójimo, menos convivir con el resto del mundo. La tendencia a tasar negativamente las interpretaciones no hacen sino exagerar al grado superlativo lo malo que pueda haber en las personas o las cosas. Al final acabamos por desterrar lo positivo que, estoy seguro, es lo que más abunda.
Sería conveniente que empezáramos a pensar que el iceberg que vemos delante nuestra oculta mucho más de lo que nos muestra. Y que en esa parte que subyace a nuestra vista se puede hallar los valores que nos enriquezcan en los intercambios simbióticos de individuos cualesquiera que sea nuestra denominación orgánica.
El problema puede surgir cuando, tras las pupilas, los cristalinos se ensucian, porque entonces la visión también se vuelve oscura. Debe ser muy penoso mirarte al espejo y verte siempre sucio por fuera y sentirse podrido por dentro.
Sería conveniente que empezáramos a pensar que el iceberg que vemos delante nuestra oculta mucho más de lo que nos muestra. Y que en esa parte que subyace a nuestra vista se puede hallar los valores que nos enriquezcan en los intercambios simbióticos de individuos cualesquiera que sea nuestra denominación orgánica.
El problema puede surgir cuando, tras las pupilas, los cristalinos se ensucian, porque entonces la visión también se vuelve oscura. Debe ser muy penoso mirarte al espejo y verte siempre sucio por fuera y sentirse podrido por dentro.
La condición humana, Rafa, es como una caja de chocolatinas: Nunca sabes cuál te va a tocar. Yo no entiendo mucho ni poco del tema, pero intuyo que si en cuestión de inteligencia estamos en la cúspide de la pirámide del reino animal, en igual situación debemos de encontrarnos en cuestión de variabilidad de condiciones humanas -o mejor expresado: en comportamientos humanos-. El comportamiento humano es impredecible como una chocolatina. Yo siempre digo que uno nunca sabrá si es un buen o mal soldado hasta que no llegue la fiesta de los tiros, porque un soldado debe estar bien entrenado para matar, en primer lugar, y luego ya llegarán las ayudas internacionales y la vida en sociedad cuartelera. Porque últimamente, cuando oigo hablar del ejército español tengo la impresión de que están hablando de ONG de ayuda internacional o de la Cruz Roja. Cada cual en su lugar. El hilo coductor de todo esto es que pienso que la conducta humana -por cierto, una de las más inteligentes y, por ende, de las más adaptables a todos los medios- permanece agazapada, mimetizada -utilizando un término muy castrense- en la jungla humana. Es tan adaptable que en un medio artificial tan escasamente competitivo -desde el punto de vista de confrontación social- como es nuestra sociedad occidental de consumidores apenas si tiene que violentarse con el rival vecino salvo en situaciones de estrés social, personal, económico, etc. Quiero decir con todo esto que en el mundo de la opulencia, la condición humana puede adaptarse a un nivel de violencia apenas perceptible: la caballerosidad sobrevive. En cambio, cuando la sociedad del bienestar social se rompe, afloran las miserias humanas. Yo soy de una generación que apenas si estoy acostumbrado a detectarlas. Otras generaciones anteriores sí las han vivido en sus carnes. Los pilares de nuestra sociedad del bienestar se están desquebrajando y estamos mirando hacia otra parte. ¿Cuánto aguantará el edificio? No lo sabemos nadie. Y el Gobierno menos aún que nadie.
ResponderEliminarPudiera ser que los pilares se estén resquebrajando por exceso de peso. Soportes que en un principio se construyeron para sostener unos objetivos bien determinados, y que, hoy día, resultan insuficientes para aguantar la dura carga de una sociedad desequilibrada, de recursos agotados y en desacorde a las necesidades de la inmensa mayoría.
ResponderEliminarSeguramente mis deseos son inalcanzables, pero sigo soñando con la utopía de que otro mundo mejor y más justo es posible.
RAFA, ES MUY METAFÓRICO TODO ESO QUE CUENTAS, E IMAGINO HACIA QUÉ DERROTEROS VA ENCAMINADO.
ResponderEliminarLA VERDAD ES QUE SIEMPRE JUZGAMOS LOS LIBROS POR LAS PORTADAS, Y CASI NUNCA POR LO QUE CONTIENEN.
PERO SI LO PIENSAS BIEN, NO ES SINO EL RESULTADO DE TODA LA PRESIÓN MEDIÁTICA QUE SUFRIMOS CADA DÍA, DE VERDADES A MEDIAS Y CULTO AL EGO.
EN VERDAD PIENSO QUE ES MEJOR SEGUIR SOÑANDO, QUE APARTE DE GRATIS ES MENOS FATIGOSO PARA LA CABEZA. UN SALUDO
Querido amigo Carlos, tampoco es cuestión de soñar despierto, mientras vivimos durmiendo.
ResponderEliminarNo es una reflexión temerosamente agazapada tras la metáfora. Más bien podría ser un ejercicio de auto control para mejorar esos momentos en los que pierdo el norte; o quizá para reflejar el inadecuado comportamiento del que sufre la ceguera que no le permite avanzar en el desarrollo social; o simplemente pudieran ser palabras que reflejan el estallido emocional de un mal día. En cualquier caso, desde la absoluta convicción de que cada noche debemos lavarnos los ojos para poder ver bien cuando nos miremos hacia dentro.