jueves, 27 de mayo de 2010

¿Realidad o ficción?


… al levantarse se dirigió al baño para vaciar la vejiga, colapsada por la noche de excesos. Fugaz mirada al espejo para arreglarse el pelo alborotado de horas de cama y minutos dormidos. Ya acicalado, a la voz de petición, el ordenador transforma los reflejos de su figura por una computadora que le recuerda la agenda del día y otros detalles más genéricos. Sale de la sala de baño en la que se corta el suministro de energía, si no detecta presencia física, para dejar la estancia sumida en la oscuridad inteligente. Rápidamente se viste con un traje que proporcionará al cuerpo, a través de un microclimatizador, una temperatura constante de veinticinco grados. También lo equipa, mediante una pequeña pantalla en el interior de la chaqueta, con un pequeño ordenador que le permite mantener la actividad de oficina en cualquier lugar y momento.
A petición de voz, se abre la puerta del garaje. Su auxiliar de mantenimiento de hogar sopla por el canutillo para poder arrancar el vehículo que, de haber soplado él, hubiera detectado en su aliento los rescoldos del desenfreno alcohólico de la noche anterior y anulado la puesta en marcha. Tras la victoria de la inteligencia humana sobre la mecánica se dirige en su vehículo al punto de encuentro con otro colega de su mismo estatus empresarial.
El habitáculo del vehículo se convierte en una burbuja que lo separa de la inmundicia de los barrios de desechos sociales que se agolpan en las aceras tratando de vivir entre la marginación de los poderosos y el acecho de enfermedades, delincuencia y miseria.
Mientras se pone al día con el noticiario de la mañana, que se refleja en el cristal parabrisas , su vehículo se dirige al itinerario programado. Inesperada e incomprensiblemente, los sensores frontales del coche no advierten a tiempo al pequeño que cruza la calzada para recuperar su pelota. Un golpe certero deja inconsciente al niño mientras el automóvil sigue su ruta y su distraído conductor levanta al cabeza alertado por un golpecillo para seguir ensimismado en la lectura tras comprobar que algo sin importancia lo debía haber ocasionado.
A partir de ahí, empieza un nuevo día de impotencia y rabia contenida de los familiares del pequeño, que no pueden hacer otra cosa sino seguir asumiendo las desgracias que les estén por venir.
Para el empresario, simplemente continuar con su vida acomodada aunque le depare un futuro insulso durante los próximos ciento cincuenta años.
...y firma el convenio de colaboración con el otro empresario para seguir obteniendo un doscientos por cien de sus empleados…
Hornachuelos, 27 de mayo de 2095


Bien podría ser la escena de un futuro próximo. ¿Ahí es a dónde queremos llegar?

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