Esta tarde paseaba por las tierras de la Almarja cuando quedé hipnotizado por cientos de aspersores que regaban unos naranjitos recién sembrados. Y allí estaban, inmóviles al avance. Girando una y otra vez sobre sí mismos hasta desbordar la monotonía; hasta ahogar a una misma tierra; quizá hasta siempre si no deja de fluir el líquido elemento por el cordón umbilical de hierro que los une.
Tan sólo unos pocos segundos me bastaron para comprender lo triste que debía ser su existencia, esparcir un puñado de agua para que se la trague la sedienta tierra.
Hube de hacer un gran esfuerzo para comprender que su esclavizado cometido era imprescindible para que lo cultivado prosperase en aquel severo secano, para más inri del implacable ajusticiamiento de un sol que dilataba el mercurio más allá de los cuarenta y cinco grados.
La sucesión de pensamientos que me producía aquella imagen, me provocaron un espasmo de frío que recorrió mi espina dorsal. Gracias a él, conseguí salir de aquel campo magnético que atrapaba mis pensamientos. Eché un último vistazo a aquellos pobres aspersores que provocaban aquella triste y falsa lluvia artificial, y me dispuse a proseguir mi camino.
Ahora no logro quitarme aquella imagen de mi cabeza. La sensación de impotencia por saber que mañana volverán a estar allí. Permanecerán impertérritos a la ventisca, a la nieve, al frío…siempre dispuestos a dar vueltas sobre sí mismos, siempre echando agua, siempre dando vida a cambio de perder la suya.
Quizá yo nunca pueda llegar a ser aspersor, pero siempre dedicaré palabras de agradecimientos a los que sí escogieron el camino de sacrificarse por los demás dando su propia vida si fuera necesario.
Tan sólo unos pocos segundos me bastaron para comprender lo triste que debía ser su existencia, esparcir un puñado de agua para que se la trague la sedienta tierra.
Hube de hacer un gran esfuerzo para comprender que su esclavizado cometido era imprescindible para que lo cultivado prosperase en aquel severo secano, para más inri del implacable ajusticiamiento de un sol que dilataba el mercurio más allá de los cuarenta y cinco grados.
La sucesión de pensamientos que me producía aquella imagen, me provocaron un espasmo de frío que recorrió mi espina dorsal. Gracias a él, conseguí salir de aquel campo magnético que atrapaba mis pensamientos. Eché un último vistazo a aquellos pobres aspersores que provocaban aquella triste y falsa lluvia artificial, y me dispuse a proseguir mi camino.
Ahora no logro quitarme aquella imagen de mi cabeza. La sensación de impotencia por saber que mañana volverán a estar allí. Permanecerán impertérritos a la ventisca, a la nieve, al frío…siempre dispuestos a dar vueltas sobre sí mismos, siempre echando agua, siempre dando vida a cambio de perder la suya.
Quizá yo nunca pueda llegar a ser aspersor, pero siempre dedicaré palabras de agradecimientos a los que sí escogieron el camino de sacrificarse por los demás dando su propia vida si fuera necesario.
Hace años vi un documental en televisión, supongo que en la pública, y quizás de Vicente Romero, en el que se relataba la vida de unas monjitas en un pequeño hospital de una aldea africana. Contaban todas las penalidades que nos podemos imaginar, todas las trabas que también con su sacrificio iban poco a poco sorteando.
ResponderEliminarUna entrevista a una abnegada religiosa ponía fin al programa. En ella relataba la vida diaria de la congregación ayudando a los pobres africanos en la enfermedad. Era digna de admiración.
Pero una frase suya la recordaré toda la vida. Unas palabras sencillas pero a la vez cargadas de... no se como explicarlo, resumía la parte positiva que encierra el ser humano.
Le preguntaba el periodista que por qué hacía aquello. Su respuesta fue: "Que otra cosa puedo hacer".
Esas palabras junto a la expresión de inmensa bondad que reflejaba su rostro, me dejaron impresionado.
"...agradecimientos a los que sí escogieron el camino de sacrificarse por los demás dando su vida si fuera necesario".
Como los aspersores dando vida...
Un saludo.
P.D. Quizás alguien recuerde, como yo, cuando en la querida Almarja una fuente permanente, con su pilar para que bebieran los animales, manaba agua PARA TODOS.
Lo que es el lenguaje popular, el de la calle, el de toda la vida, el que estás acostumbrado a oír en todas las conversaciones desde la infancia. Hoy, tu reflexión me ha distraído por la mención que haces de un lugar, de un enclave: "La Almarja". Y ese lugar se me ha quedado incrustado en la memoria. Por muchas vueltas que le daba en la cabeza, rumiándolo despaciosamente, no lograba descifrar el dichoso enclave. De pronto he caído: "Lalmaja". Ahora sí. He tardado treinta y seis años en reconocer por escrito ese paraje que tantas veces he recorrido, y que tanto tiempo hace que no piso. Del contento, he dado la orden a mi ordenador para que, desde ya, agregue el topónimo al diccionario ortográfico. Desde este momento lo reconocerá como propio. Como mi recuerdo. La "Almarja", bonito nombre de un precioso paraje de Hornachuelos.
ResponderEliminarAl escribir “La Almarja” nunca creí necesario añadir ningún tipo de explicación por estar convencido de que todos los melojos lo conocerían. Sin embargo, no sólo por lo escrito por Ego, sino porque han sido muchos los que por la calle me han preguntado por el enclave de dicho lugar. Por ello, para dejar bien claro su situación, añadiré una breve explicación:
ResponderEliminarLa Almarja son esas tierras, parcialmente de regadío, que están aproximadamente a tres kilómetros de Cortijuelos por la carretera de Palma del Río. Tierras muy productivas que junto a la Vegavita han dado muchas peonadas a los sufridos jornaleros.
La Almarja es también un lugar de paso para ir al arroyo Guadalora y su bosque de galerías y su charca de la Pasada de Algeciras y su molino del cortijo de Guadalora y..., también para ir al arroyo Retortillo, su embalse y su presa de derivación.
En fin, que la Almarja es uno de los pequeños paraísos de vida que tenemos en el término de Hornachuelos.
P.D. Aechadero, por favor, indícame el sitio justo en el que estaba la fuente. Gracias.
La fuente estaba entre la antigua escuela y la carretera a Palma del Rio, a unos 15 metros de la esquina sur del centro escolar. Desde hace unos años sirve de vivienda a una familia.
ResponderEliminarLos mayores de 50 años seguro la recuerdan. Muy parecida a la de la Fuente del Valle. Era un abrevadero que "misteriosamente" dejó de manar.
Efectivamente, amigo Ego Barsovia, en melojo LALMAJA. O quizás sería más correcto LALMAHA.
Un saludo