Últimamente me hallo en el continuo caminar hacia la búsqueda de respuestas, como: ¿por qué el hombre destruye la naturaleza que necesitamos para vivir?, ¿por qué el hombre a menudo actúa de predador del hombre?, ¿por qué, el hombre, ansia el poder del dinero, cuando éste no hace si no hacerle más pobre de espíritu?, ¿por qué…?
Pero, por más que recorro los senderos de la reflexión y la sabiduría de los libros, nunca encuentro una respuesta que me convenza para seguir creyendo en él.
Sin embargo, en el momento menos esperado, mientras paseaba por la plaza, situada entre Avda. del Mediterráneo y Montes de Málaga, una hermosa melodía marcaba el ritmo de mis pasos atrayéndome poderosa e irremediablemente hacia un tumulto de gentes. Los allí presentes, embelezados, disfrutaban de la música étnica de varios Sioux que intentaban recaudar algunas monedas entre plumas y artilugios representativos de su cultura y discos de sus canciones, por supuesto, ataviados debidamente para el espectáculo.
Uno de ellos, el que destacaba más por su voz y su flauta, me dirigió su mirada profunda, abierta y sincera. Más de diez segundo hicimos coincidir nuestras pupilas estableciendo una conexión más allá de lo que podían ver los que también, allí presentes, lo miraban, o mejor dicho, lo escuchaban. Por un momento me centré en esa mirada extraña y bienhechora, para ver a través de sus ojos a sus ancestros viviendo en campamentos y armonizados con la madre naturaleza.
A través de sus ojos me trasladé justo delante de El Jefe de la tribu, que no parecía alertado por mi extraña y amenazante presencia. Con movimientos lentos y contundentes se llevó la mano al corazón para ofrecerme su amistad pacífica y la voluntad de compartir conmigo cuanto tenían. En ningún momento me pidió nada a cambio. La diferencia de mis ropajes, idioma o color blanquecino de la piel no fue obstáculo alguno de entendimiento.
Yo, sintiéndome agasajado por lo inusual de la situación, máxime viniendo del S. XXI, quise corresponderle de alguna forma. Y le hice un gesto, al igual que él, cargado de amistad y entendimiento. Con una sonrisa dibujada en su mirada el Jefe Sioux selló nuestra amistad más allá de la diferencia de nuestras lenguas, más allá de nuestro color de piel, más allá de nuestras diferencias…
Y, sin darme cuenta, me encontré de nuevo en aquella plaza mirando fijamente al joven que terminaba una canción con la mirada afable que seguramente había heredado de sus antepasados.
Ahora vuelvo a creer en el Hombre. Ya no busco respuestas porque el Jefe Sioux me hizo comprender que Nosotros y Nuestros Semejantes somos la respuesta a todas las preguntas. Que el Ser Humano es la confederación de razas, idiomas y sexos. Que el Ser Humano es lo bueno y lo malo, el sí y el no…Que debemos creer en la mayoría, que siempre se impondrá a la minoría. Que el Hombre es excelencia de bondad, aunque algunas veces se le olvide.
Pero, por más que recorro los senderos de la reflexión y la sabiduría de los libros, nunca encuentro una respuesta que me convenza para seguir creyendo en él.
Sin embargo, en el momento menos esperado, mientras paseaba por la plaza, situada entre Avda. del Mediterráneo y Montes de Málaga, una hermosa melodía marcaba el ritmo de mis pasos atrayéndome poderosa e irremediablemente hacia un tumulto de gentes. Los allí presentes, embelezados, disfrutaban de la música étnica de varios Sioux que intentaban recaudar algunas monedas entre plumas y artilugios representativos de su cultura y discos de sus canciones, por supuesto, ataviados debidamente para el espectáculo.
Uno de ellos, el que destacaba más por su voz y su flauta, me dirigió su mirada profunda, abierta y sincera. Más de diez segundo hicimos coincidir nuestras pupilas estableciendo una conexión más allá de lo que podían ver los que también, allí presentes, lo miraban, o mejor dicho, lo escuchaban. Por un momento me centré en esa mirada extraña y bienhechora, para ver a través de sus ojos a sus ancestros viviendo en campamentos y armonizados con la madre naturaleza.
A través de sus ojos me trasladé justo delante de El Jefe de la tribu, que no parecía alertado por mi extraña y amenazante presencia. Con movimientos lentos y contundentes se llevó la mano al corazón para ofrecerme su amistad pacífica y la voluntad de compartir conmigo cuanto tenían. En ningún momento me pidió nada a cambio. La diferencia de mis ropajes, idioma o color blanquecino de la piel no fue obstáculo alguno de entendimiento.
Yo, sintiéndome agasajado por lo inusual de la situación, máxime viniendo del S. XXI, quise corresponderle de alguna forma. Y le hice un gesto, al igual que él, cargado de amistad y entendimiento. Con una sonrisa dibujada en su mirada el Jefe Sioux selló nuestra amistad más allá de la diferencia de nuestras lenguas, más allá de nuestro color de piel, más allá de nuestras diferencias…
Y, sin darme cuenta, me encontré de nuevo en aquella plaza mirando fijamente al joven que terminaba una canción con la mirada afable que seguramente había heredado de sus antepasados.
Ahora vuelvo a creer en el Hombre. Ya no busco respuestas porque el Jefe Sioux me hizo comprender que Nosotros y Nuestros Semejantes somos la respuesta a todas las preguntas. Que el Ser Humano es la confederación de razas, idiomas y sexos. Que el Ser Humano es lo bueno y lo malo, el sí y el no…Que debemos creer en la mayoría, que siempre se impondrá a la minoría. Que el Hombre es excelencia de bondad, aunque algunas veces se le olvide.
¡Ojalá! Podamos creer en el Hombre.
ResponderEliminarTe propongo la siguiente reflexión: Niger, pais centroafricano está sufriendo, quizás la mayor hambruna de su historia reciente, 7 millones de personas están amenazadas por el hambre en este 2010. Los más perjudicados, como siempre los 400.000 niños que sufren una desnutrición severa. La esperanza de vida es de 44 años y la mortalidad infantil es una de las más elevadas del mundo, 116 fallecimientos por mil habitantes.
Niger con un subsuelo rico en agua espera la ayuda del famoso Banco Mundial para el proyecto que ponga de regadio la mayor parte del pais, convirtiendose en una gran huerta capaz de dar de comer a sus habitantes. El proyecto cuesta menos que el soterramiento de la controvertida M-30 de Madrid.
En televisión Shakira con su Waka Waka Africa y los miles de millones de euros en negocios, en gran parte corruptos, del Mundial de Futbol.
Las dos circunstancias ocurren a la vez en AFRICA.
Quizás el Hombre sea bondad, pero creo que se le olvida con demasiada frecuencia.
Gracias Rafa. Un saludo.
Rafa, creo que viviste, a mi modesto entender, una de las experiencias sensoriales más bonita, más plena y más humana: la empatía en forma de mirada. Te felicito, no tanto por haberla experimentado, que no es poco, sino más bien por haberla reconocido y por haberla sostenido el tiempo suficiente para que ambos partícipes de la misma la reconociérais como verdaderamente sincera y redonda de sentimientos puros. ¡Ahí es nada! ¡Qué maravilla de comunicación más sincera, más profunda y más plena! Es como el canto hondo a pelo, sin aditivos, sin conservante alguno que lo altere lo más mínimo. Y esta comunicación empática entre dos personas no tiene que estar influenciada por el amor, que si lo estuviera, mucho mejor, entonces alcanzaría el estatus de misticismo. No. Quiero hablar de la sencillez de una mirada entre dos personas que se transmiten el profundo respeto que se profesan el uno al otro. Incluso sin conocerse de nada. Simple y llanamente eso. Pero qué difícil lo ponemos habitualmente, ¿no crees? En fin, la maravilla de la comunicación gestual. Cada vez me interesa más este tema. Decimos más con un gesto que con cien palabras aprendidas. Y aprendemos mucho por intuiciones. Aunque en esta sociedad excesivamente cientifista parezca un aserto equívoco. Sin duda, cada vez me interesa más el lenguaje de los gestos y el de la inteligencia intuitiva. Cada día me alejo un poquito del discurso unívoco de la Ciencia y sólo la Ciencia. Hay que mirar con más ojos, y ahí entra de lleno tu experiencia, Rafa. Ahí se explica la empatía de ese momento.
ResponderEliminarEs verdad, compañero de reflexiones Ahechadero, que Níger se muere de sed y en sudor de hambre. Y toda África, incluso Sudáfrica con su fabuloso Mundial de fútbol, que me encanta, por otra parte. Pero creo que, a modo de reflexión personal, del mismo calibre es la ignominia de todos nosotros -los que disfrutamos complacientemente en nuestros mullidos sillones de nuestros cómodos salones los partidos retransmitidos del Mundial- por no hacer nada para cambiar la suerte de todo un continente, el africano, que la ignominia de la resignación de toda África que se muere literalmente de hambre y sed, y no hace nada convincente por cambiar su destino fatal. Me desespera por igual tanto la indolencia de los que vivimos holgadamente como la resignación de los que se mueren esperando no sé qué ayuda, ni de dónde, ni para cuándo. Las razones humanas, la mayor de las veces, ni las entiendo ni las comparto. Y cuando son tan claras, menos. En plena era digital, creo que la verdadera revolución ya no es la de las ideas, que ya están muy manidas, sino la del hambre: La Revolución de los parias que se mueren de hambre. La Revolución de África debería estar, hace ya mucho tiempo, en marcha. Pero no llega. Antes, eso sí, llegó lo fastuoso de un Mundial que más tarde traerá hambre y más hambre.
ResponderEliminarQuerido amigo Ahechadero, tras leer tu comentario y la reflexión que me propones, no puedo negar que me he sentido tentado a borrar la frase final –el hombre es excelencia de bondad…- Sin embargo, he decidido dejar unas horas en cuarentena tu reflexión para aislarme de su contundencia y poder opinar sin su influencia.
ResponderEliminarDos reflexivas noches amenizada por un tema musical que habla de África me han llevado a concluir lo siguiente:
El Hombre en su naturaleza es bondad, pero también es odio, avaricia y cuantos pecados capitales más queramos citar. Creo que hasta ahí estamos de acuerdo. Pero yo soy de los que pienso que el hombre nace limpio y puro y la sociedad es la que ensucia su alma para deshumanizarlo. Y es por lo que sigo pensando que el hombre es bondad, aunque ahora deba incluir en la frase – el Hombre es excelencia de bondad, aunque a veces la sociedad lo pervierta.
Con respecto a ti, amigo Ego Varsovia, difiero en la actitud de resignación de la hambrienta África. Creo que la revolución ya comenzó en el continente africano y precisamente en Ciudad del Cabo con Mandela comandándola. Lo que pasa es que están haciendo una revolución pacífica y lenta, pero con la fuerza de lo imparable. Estoy seguro que el excesivo confort al que nos estamos acostumbrando el primer mundo, no hace sino debilitarnos para subsistir en la dureza de lo que inevitablemente está por llegar.
Querido amigo Ahechadero, tras leer tu comentario y la reflexión que me propones, no puedo negar que me he sentido tentado a borrar la frase final –el hombre es excelencia de bondad…- Sin embargo, he decidido dejar unas horas en cuarentena tu reflexión para aislarme de su contundencia y poder opinar sin su influencia.
ResponderEliminarDos reflexivas noches amenizada por un tema musical que habla de África me han llevado a concluir lo siguiente:
El Hombre en su naturaleza es bondad, pero también es odio, avaricia y cuantos pecados capitales más queramos citar. Creo que hasta ahí estamos de acuerdo. Pero yo soy de los que pienso que el hombre nace limpio y puro y la sociedad es la que ensucia su alma para deshumanizarlo. Y es por lo que sigo pensando que el hombre es bondad, aunque ahora deba incluir en la frase – el Hombre es excelencia de bondad, aunque a veces la sociedad lo pervierta.
Con respecto a ti, amigo Ego Varsovia, difiero en la actitud de resignación de la hambrienta África. Creo que la revolución ya comenzó en el continente africano y precisamente en Ciudad del Cabo con Mandela comandándola. Lo que pasa es que están haciendo una revolución pacífica y lenta, pero con la fuerza de lo imparable. Estoy seguro que el excesivo confort al que nos estamos acostumbrando el primer mundo, no hace sino debilitarnos para subsistir en la dureza de lo que inevitablemente está por llegar.