No creo que sea el éxito lo que impulse a nadie a escribir un libro. Convencido estoy que la fase de publicación está asociada a un cierto componente exhibicionista que, lejos de buscar la notoriedad del autor, pretende compartir ese trozo de vida ficticia que a base de irla adoptando cada noche mientras aporreas el teclado llegas a hacerla casi real. Más tarde, las presentaciones. Actos meramente impersonales, con el único objetivo de financiar el alto coste que tiene hoy día jugar con la creatividad. Y el tiempo va pasando y la actividad económica queda subyugada a la necesidad de mostrar ese trocito de pasión para que los lectores también lo hagan suyo. A esta altura del proyecto sientes que La Maldición del Cuervo ya no te pertenece porque ahora somos muchos los autores que escribimos la Historia.
Gracias a todos los que me hacéis llegar esas muestras de cariño porque es muy bonito sentirse rodeado de tanta familia.
La Maldición del Cuervo sigue volando…
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