... el día había sido agotador. Bajo los helados cielos grises, que no cesaron de descargar torrenciales lloviznas emocionales, cualquiera se agotaría. Hube de ingerir algo de alimento antes de desparramarme sobre el sillón cuan guerrero que reposa tras la batalla finalizada. Y, sin darme cuenta, fui desconectando las emociones, los sentidos y hasta el trepidante latir de mi corazón estresado. Al final me rendí al sueño y me quedé dormido. Poco después me desperté, pero en la realidad de una ensoñación. Sin embargo, aún estando sumido en una ilusión, era plenamente consciente de que estaba soñando. Me hallaba sentado en mi viejo sillón. Tranquilo, muy tranquilo. Sólo, completamente sólo. Aún sin poderme ver, me sentía viejo, desgastado, cerca del fin. Presentía que tras la noche llegaría la alborada que ya nunca finalizaría. Después, no más ciclos, no más procesos, no más finales… Y entonces rebobiné mi memoria para volver a sentir aquellos años jóvenes saltando y jugando feliz, henchido del amor de mi progenie. Paladeé el sabor dulce de los triunfos de mi adolescencia, reverdeció en mí el ardor de los incipientes escarceos amorosos de juventud. Imágenes y momentos de familiares y amigos afloraban desde los recovecos de un corazón desangelado por la frialdad del crudo invierno de los muchos años vividos… y aquellas visiones se fueron diluyendo hasta que abrí los ojos para precipitarme sobre una realidad oscura y silenciosa. Ahora estaba totalmente despierto pero manteniendo el mismo estado de unos momentos antes. Miré el reloj y tres horas había durado aquel viaje de irrealidad tangible, de sueños presentes, de concierto en el aturdimiento. Me senté y recapacité sobre lo sucedido. Y me di cuenta que un espíritu me había venido a visitar para recordarme que debía vivir con la conciencia del verdadero aprovechamiento de la mortalidad. Que las otras opciones tan sólo hacen impregnarnos de ese hollín que nos ciega el camino hacia lo correcto. Ahora, que amanece para crepuscular, doy gracias a ese espíritu extravertido que todos llevamos dentro.
Felices Fiestas.
RAFA, EL SEMIDIOS AQUILES SOÑABA CON VIVIR ETERNAMENTE EN LA MEMORIA DE LOS HOMBRES GRACIAS A SUS JESTAS.
ResponderEliminarEN MEDIO DE TODO ELLO LE SORPRENDIÓ LA MUERTE A TRAICIÓN SIN HABERSE PERCATADO DE LO QUE SUCEDÍA A SU ALREDEDOR Y NO VIVÍA EL PRESENTE.
LOS CUENTOS DE NAVIDAD TIENEN SU ENCANTO Y MORALEJA, Y LA PRINCIPAL ES QUE DEBEMOS MIRAR ALREDEDOR, VALORAR LO QUE TENEMOS Y DAR GRACIAS CADA NUEVO DÍA, ASÍ NO NOS TRAICIONAREMOS A NOSOTROS MISMOS....DE TODAS FORMAS NO SOMOS SEMIDIOSES. FELICES FIESTAS Y UN ABRAZO
Felices fiestas, aunque sea un tópico redicho, y a veces, hasta un VERDADERO COÑAZO, demasiadas veces. Por cierto, me encanta cuando se habla de la mitología grecorromana. Qué poco nos ha quedado en estos días de ese "paganismo", que reivindico en estas fechas navideñas tan judeocristianas.
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