viernes, 30 de enero de 2009

Realmente, ¿qué somos?

Los avances tecnológicos permiten, cada vez más certeramente, conocer nuestro cerebro, verdadero motor de todas nuestras acciones hasta el punto de que podríamos decir que, esa masa gris, es la verdadera persona. Todo lo demás, resto de cuerpo, conjunto de acciones, etc.., no son sino receptores que lo alimentan de información exterior y transmisores que le permiten ofertar información.
El cerebro puede educarse y reeducarse, aún así, siempre estará expuesto a enfermedades y defectos imposibles de prevenir, de momento, ni de erradicar.
Ello hace que la racionalidad que nos diferencia de otros seres vivos, en ciertos momentos, carezca de presencia, o lo que es peor, esté camuflada tras un comportamiento de lo más lógico y racional. Es la única explicación para que un ser humano intente acabar con la vida de otro, en los más diferentes grados de tentativas.
¿Cómo es posible que por envidia se intente dañar a un familiar o amigo?, ¿ cómo es posible que por ansias de poder se busque la continua confrontación?, ¿ cómo es posible que se invadan los derechos del prójimo por apropiarse de lo ajeno?,…
Las noticias con las que nos bombardean en los telediarios siempre son las mismas: violaciones, raptos, malos tratos, guerras, hambrunas consentidas…; pero lo más patético es que nos parecen divertidas, comprobado que los programas en los que se hacen un mayor seguimientos de estas acciones, que nos deberían repugnar, son los que disfrutan de mayor audiencia convirtiéndose en generadores de riquezas para sus productoras.
Continuamente andamos sobre la cuerda floja balanceándonos entre el bien y el mal. Los bienhechores son pocos porque hacer el bien no suele proporcionar satisfacción. En cambio, tutear el mal o lo prohibido nos hace sentirnos fuertes y, por extensión, placenteros.
Dicen que aún no se han descubierto los límites de la mente. Insisto, de momento, no podemos saber hasta que parte de bien o de mal podemos llegar a provocar. Así que no nos queda otra que andar con cuatros ojos, permanecer siempre alerta y defendernos de nosotros mismos.
La actitud valiente que nos propuso Gandhi de responder a la violencia con la paz debería ser la propuesta que yo os hiciera, sin embargo, se me queda en el aire una interrogante: ¿hasta cuándo deberíamos estar recibiendo bofetadas y poniendo la otra mejilla?

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